El cortejo avanzaba lentamente, con pasos pequenos y medidos, como si quisieran demorar el instante cruel del adios ulterior. Los rostros reconcentrados y palidos de frio miraban el suelo, el sonido calido de la ropa frotada contra los cuerpos ateridos, me ensimisma en un sopor indolente.
Solo la letania del antiquisimo salmo que parece escucharse a traves de los siglos interrumpe el sordo aleteo del llanto contenido y derramado sin estridencias.
El dia es clarisimo y el aire pristino y helado se cuela con dificultad en los castigados pulmones de los encorvados caminantes, unas nubes de intenso blanco y gris cabalgan el cielo, cambiando de forma con velocidad sorprendente, sin embargo el aire quieto eleva el vapor de las respiraciones arremolinandolo frente a los rostros. El monticulo de tierra al costado de la fosa nos indica que es el lugar, los sonidos del llanto quedo y simple me invade subitamente.
Unas lapidas mas alla un nombre me desgarra sin remedio, el arbol que crece junto a la tumba silenciosa se mece sin viento aparente, solo entonces giro mi cabeza hacia la copa del arbol y sin darme cuenta un griterio de pajaros comienza a colarse por mi conciencia, haciendose cada vez mas real y presente, me pregunto si los demas los escuchan, sus caras permanecen inmutables, un temor frio me recorre el cuerpo y siento una sensacion de vacio que me acongoja, como si todo el peso del arbol de mi padre se cargara sobre mis hombros, sin embargo, los sonidos de los pajaros poco a poco adquieren presencia, distingo en lo alto un racimo de gorriones saltando de rama en rama, algunos rostros silenciosos giran hacia el sonido aun irreal, captando con intermitencias la presencia alada.
El olor de la tierra fresca, recien removida, me devuelve a la realidad amortajada.
Un grupo de hombres barbados elevan un bulto pequeno y alargado, me sorprendo al notar su brevedad. Con infinita dulzura es depositado en el fondo de la herida abierta en la tierra, el silencio de la tierra se convierte en un arrollador trinar desde lo alto del arbol de mi padre.
Los mas audaces elevaron su mirada sin titubeos.
La letania milenaria que se dejaba escuchar de cuando en cuando, se confundia ahora con la algarabia en lo alto del arbol.
El tiempo se transforma en un tiovivo de papel y ceniza, no transcurre. Con infinita lentitud, unas manos muy blancas toman una pala e hincan con un movimiento unico en la carne de la tierra junto al foso amurado de pesadas piedras y vuelcan su contenido amargo sobre la pequena humanidad que reposa.
Tres paladas y cambia de manos, una tremula hendidura en el monticulo toma una infima cantidad de tierra y la deposita, sin conviccion, sobre las energicas paladas anteriores.
El monticulo decrece y la herida recien abierta cicatriza en un resto apisonado y triste.
El griterio de lo alto decrece rapidamente, solo unos pocos trinos se empecinan en hacerse oir por sobre las palabras pronunciadas con infinito amor.
Un silencio solo roto por ocasionales sollozos se aduena del lugar.