Tuesday, September 23, 2014

Mitad y mitad y mitad

Es claro que vivimos en un país roto, un país desgastado en una dicotomía que sólo puede dirimirse, quizás, en una secesión ideal, en una partición virtual de un país en sus mitades, en sus paradójicas e imposibles tres, cuatro o mas mitades.
La mitad del país es peronista, con su componente populista, estatista, autoritario, voluntarista, vagoneta, ventajero, politicacho, avivado y muy, muy de derecha, aunque piense que es de izquierda.
La otra mitad es simplemente autoritaria, le viene bien un milico, un milico disfrazado de civil, una mano dura que encamine a los revoltosos, a los diferentes, nada de joda, ante la menor transgresión: paredon, aunque sea una declamación vacía, porque son los primeros en meterse bajo de la cama cuando suena una cebita. Suelen disfrazarse de taxistas, kiosqueros y rentistas. Siempre muy, pero muy derecha,de la derecha populista, aunque se piense, a si mismo, de centro. La democracia les da diarrea y vómitos, pero le echan la culpa a la milanesa que se clavaron en el kiosco.
La otra mitad, disgrega su culpa entre veleidades de libertarios, entre indignaciones y rechazos a destiempo, por corrupciones que hasta hace diez minutos, no registraban en un inconsciente que suele, metódicamente, revolcarse cada dos o tres años en un albañal de consumo, manteniendo un monolítico, denso, doble discurso. Suelen disfrazarse de profesionales y otras ocupaciones mas o menos asi. Pero un fenómeno natural digno de Nat Geo sucede cada fin de ciclo...una cohorte de amas de casa rompe un capullo de ruleros, uñas esculpidas en manos que lavan platos de tallarines, y taquitos apenas altitos y trasmigra, muta, se trasforma, a una apariencia opositora, libertaria, democrática, incluso!, Pero claro, esta categoría es de extrema derecha, fascista, incluso, aunque el espejo deformante y esperpentico en el cual peinan sus guedejas, les devuelva una imagen de progresistas de ocasion.
Una mitacita, una mitad chiquitititita y ruidosa, pero mitad al fin, desdibuja su silueta soldadesca en melenas y barbas. Los portadores de morrales, kefies, envueltos en largos estandartes rojinegros, enjuagan sus mugres consumistas y sus odios ancestrales, en culpogenos griterios, guionados, estructurados e incomprendidos. Marcan un paso de ganso, cuadran sus cerebros en venias imposibles, cubren de epica ridicula sus pulsiones asesinas, represoras, enemiga de la libertad mas elemental, incluso la mas profunda, la de pensar. Se piensan y se masturban, en una epica de izquierda. Aunque el espejo, inevitablemente, les devuelva una triste imagen de cosaco pogromero, de anarquista decimononico, pero superpuesto, envuelto en noche y niebla, se percibe una añoranza de uniforme negro y brillante bota alta, rojo brazalete y mirada de acero.

Somos mitades, estamos partidos, rajados, siniestrados, rotos.

Sunday, August 10, 2014

BROTE, REBROTE Y BRULOTE

Yo siempre me adelanto un poquito...de eso son testigos mis amigos, mis familiares..Si, suelo ver el mal un cachito antes...si tuviera la misma visión para los negocios seria millonario!....será que tengo los sentidos agudizados, será alguna patología subyacente, lo cierto es que suelo no equivocarme con los hijos de puta y con los procesos que parecen inanes y yo los percibo negativos y termino teniendo razón: Lo cierto es que vamos por una cornisa peligrosa, se percibe claramente un desborde de odio que recorre el espinazo del mundo. El mundo producía desbordes con regularidad, eran explosiones criminales que devolvían, raramente, el equilibrium mundi a un estado eutímico, o supuéstamente eutímico en el que todo volvía a ser como antes. La Shoá rompió esta dinámica de destrucción y renacimiento, pues introdujo un horror con el que la humanidad no contaba, un horror que en el último tiempo esta intentando reparar, y esto es que esos desbordes criminales SIEMPRE estaban basados en una concepción atípica de justicia divina, de restauración, de ciclo que debe cerrarse con destrucción y muerte del causante del desequilibrio, todo esto sucede en el imaginario popular, en la mitología o en la concepción histórica. Las sociedades no soportan la barbarie sin una justificación. Una matanza medieval de judíos, donde se masacraban miles de inocentes, siempre encontraba el justificativo, verdadero, falso, canónico, sinóptico, oscuro o apologético, cualquier elemento que humanice la masacre servia para el momento posterior. Ese momento en el cual la brutalidad en si queda en un segundo plano y surge una imagen, una imagen que debe ser distorsionada necesariamente para acomodar la percepción de la propia humanidad. Una imagen de satisfacción por la justicia restablecida. La Shoá cambió para siempre ese mecanismo regulatorio, estableció que la masacre, cualquier masacre, resulta repugnante en términos prácticos, ideológicos o militares. Aun cuando en el mundo se producen millones de muertos en estas masacres, en el plano dikelogico, se rechaza con fuerza. Sin embargo, el mundo no ha podido comprender que el nazismo sucedió, y que no respondía a la lógica atávica de locura organizada mediante la cual una sociedad recupera, barbaramente, su centro y rehace su visión histórica. El antisemitismo que hoy se desencadena brutalmente, no el físico, el de la pancarta y antorcha que deriva del publico islámico, ese no importa y nunca fue diferente, sino el que comienza a asomar sin pudor en redes sociales y en los medios, ese antisemitismo que declama, sin vergüenza, que Hitler tenia razón, que los alemanes tenían razón y que el mundo estaba equivocado, que el monstruo que mato a Jesús, que bebe la sangre de niños, envenena los pozos, financia guerras y destruye las economías del mundo, esta vivo, y son los judíos. No "El Judío", sino "Los Judíos", Esta es una sutil diferencia, pues el proceso de deshumanización que precedió al Holocausto, trató precisamente de converger en un tipo, en una imagen, toda la maldad concentrada que pudieron atribuir después de siglos de vitriólica predica demonizante, que fue sumada, en una dosis mortal, a la alergia a la modernidad que tenían los pangermanistas y sus apologistas, los románticos. El antisemitismo de hoy abreva en algunas de las mismas fuentes, la Pax del señor esta hoy reemplazada por la Pax a toda costa, sin reparar en gastos, costos ni si uno resulta vencido o muerto en el proceso de "pacificación", o si esa pacificación no esconde una verdadera capitulación a los extremadamente violentos, esos que con un rictus sardónico en la boca, observan como los "pacifistas", hacen su trabajo sucio. Gaza no es nada, es sólo un episodio horrible, los Palestinos usaran a sus muertos, como fue la intención desde un primer minuto. Israel, habrá ganado una batalla, pequeña, en la que cada gota de sangre derramada, la de nuestros soldados y las de las verdaderas victimas, los escudos que no pueden elegir, resultará un exceso que durará una pocas semanas, pero el absceso podrido que descubrió, ese que atraviesa la sociedad occidental y que madura desde el mismo instante en que se corrió el velo publico sobre Auschwitz, no va a resolverse fácilmente. No cuenta, en principio con la aquiescencia o la pasividad de un colectivo judío que se sentía culpable de "no pertenencia" como en la Alemania de los años 20 y 30 o el aquejado de miseria y atraso de la Polonia de los mismos años. Tampoco hay camisas pardas, y si alguien tuviera la peregrina idea de organizar un pogrom, no estaría respaldado en principio por el Estado, ningún Estado occidental, por lo menos, salvo quizás Venezuela que dirime su descomposición social de formas impredecibles, auspiciadas por un pajarito...Lo cierto es que el quiebre en las redes sociales, en los medios, en los correos de lectores, es tan profundo que debe alertarnos, y debe mover a la reflexión a nosotros, los judíos, y a quienes, no judíos, no se han dejado llevar por ese incipiente, pero muy siniestro, brote de maldad.

Friday, May 02, 2014

Ruidos y bytes.

Dejó el mate encima de la mesa, se arremangó dejando cubiertos los codos, así, como alcolchando el borde, dispuesto a pasar un buen rato tecleando bajo la luz mortecina de la pantalla. Lentamente las palabras fluían, pero un pensamiento atroz emergía, robusto e inamovible, en cada una las letras que el ritmo tictaqueante que marcaba esa cadencia que le permitía, a veces, articular un pensamiento por escrito. Sin embargo hoy, un pensamiento muy particular tomaba forma, se corporizaba. Imágenes de rajaduras, de grietas, de cavernas y de sequedad rota, emergían en un insidioso bloqueo que, ingrávido e infranqueable, repentinamente lo inmovilizo frente a la pantalla. Debió haber prefigurado que en algún punto, aquellas agresiones se convertirían en una malévola bola de odio siniestro, pleno de amenazas veladas, de acusaciones y de tenebrosa insidia. Debió haber previsto que una parte de su vida se deshacía, que una parte de su gente partía en un viaje que el sentía engañoso, festivo y cruel y por sobre todas las cosas, ajeno. Una mañana neblinosa en esos días turbios de principios del siglo, alarmado por una desafortunada frase que profirió un buen amigo suyo, ameritó una cuidada explicación de sus razonamientos y desconfianzas. Su amigo lo miró con extrañeza y descerrajó, sin darse cuenta de que esa frase lo convertiría en un adelantado, un pionero navegante en las aguas densas y pesadas de la descalificación personal, un comentario acerca de ser funcional a la derecha, de noventismos y de un, ah, entonces vos sos menemista… Vale aclarar que ese amigo nunca jamás pudo, sin faltar no sólo a la verdad sino a la mínima lógica del conocimiento personal, hacer ese comentario. Pero de eso se trata precisamente. Un paneo por una foto hipotética de relaciones de décadas, ya trascurridos casi once años de ese comentario premonitorio, la encuentra raleada, con borrones, manchones y huecos inexplicables, deshechos los bordes y ajados los ángulos desde donde se sostiene una foto constantemente mirada, estudiada, minuciosamente comentada y glosada por las vicisitudes de las vidas propias y ajenas, incluso por terceros que no aparecen sino como fantasmales presencias en esa foto dinámica, cambiante, pero al mismo tiempo eternizada en faldones de cariño, de historias pasadas y revividas en cada abrazo, en cada encuentro, aun cuando no se hable de ellas, la mera presencia intuye esa historia e historias. Todo ello se encuentra deshecho, revuelto, en un merengue de perplejidades que no encuentran una adecuada explicación. El mero hecho de coincidir o no con la obra o ideología de un gobierno, una formidable organización perfectamente temporal, diseñada para ser, periódicamente, cambiada sin mayores sobresaltos, ha originado una ruptura entre amigos, entre familiares, entre socios y entre personas que ni siquiera se conocen. Es perfectamente claro que el origen de esa violencia no está claro. No puede explicarse en las precariedades de un relato que no se sostiene mas que por la afirmación dogmática de ciertas cuestiones tenidas por verdaderas, pero que, en el mejor de los casos resultan dudosas. Tampoco puede explicarse en las torpezas de la disciplina, pues no es aceptable que algún supuesto jefe o cacique o lo que sea, ande imponiendo a sus extraviados amigos, que anden profiriendo una extravagante caterva de agresiones, descalificaciones y lo peor de todo, negaciones, sin una adecuada fundamentación fáctica o teórica, ideológica o lógica. Sobre todo teniendo en cuenta que no se trata de personas precisamente incultas o provistas de una docilidad inherente. Al contrario. El lenguaje corporal ha mutado en los últimos tiempos, es evidente un envaramiento, una tensión medular que recorre la espalda y el rostro de quienes se encuentran apoyando al gobierno y se encuentran frente a quien disiente, a quien se opone, mucho o poco. Tensión que cede, se diluye, trasmuta en cálida y veraniega displicencia, en fácil charla y feliz predisposición ante la certeza de la idea absoluta y compartida acerca de las verdades, sueños y anhelos del modelo. Sobre todo en esa feliz y festiva tendencia al chacoteo gastronómico, a las supuestas bondades de beneficios de minivacaciones, a increíbles mutaciones acerca de la legitimidad del reclamo obrero, o virtudes reales o no, de la economía, o una ceguera compartida sobre los fastos de un sistema penal regresivo o sobre la existencia, indiscutible e inamovible de una vasta y tenebrosa conspiración mediática, que actúa a niveles planetarios, y que planea apropiarse de todo lo bueno que existe e imponer lo malo como norma, por el mero hecho de que es malo, feo y sucio. No es con las manifestaciones externas del modelo, con quien lidiamos en esta pequeña reflexión, sino con las manifestaciones más íntimas, más personales, aquellas con entidad suficiente como para destruir treinta años de amistad, cuarenta de parentesco avenido, cincuenta o mas de tránsitos compartidos sobre una realidad complicada como la que nos depara nuestro país. Son esas pequeñas variaciones en el tono, esas durezas en los matices de las respuestas al comentario, que otrora hubieran gozado, sobre todo en espíritu opositor, de algún grado de asentimiento, o a lo sumo, en el disenso o incluso en el disenso total, de una aceptación sin demasiada trascendencia. Hoy ese disenso se traduce en una acida frase pronunciada en un rictus tenso en el rostro, en una mirada dura y altiva y, lo que es peor, en una acusación infundada de supuestas complicidades con las fuerzas más demoniacas que pudieran imaginar. Es algo increíble que una amiga de su madre, personas que compartieron la dureza de la muerte de sus respectivos esposos, casi simultáneamente, apoyándose una a la otra, ante un mail reenviado por su mama, ponderando alguna pequeña o grande razón opositora, hubiera disparado una extraordinaria retahíla de insultos, algunos de peso, incluyendo la disparatada acusación de “nazi”. Esa misma lógica se aplica a decenas y decenas de amigos que ante una imprecación opositora, disparan una siniestra ristra de amenazas, insultos y descalificaciones. Una simétrica lógica imprecadora acerca de complicidades inexistentes o de pertenencias a supuestas organizaciones tiñe la respuesta del otro lado, del opositor, aunque con una violencia menor en la mayoría de los casos. En las redes sociales esto alcanzo la máxima expresión, parecería que la distancia virtual, la lejanía que impone la pantalla y la impunidad del tecleado sin retorno, sin más dialogo que con una foto imbécil que no nos recuerda ese amor, cariño o historia que nos unió, sin ese respirar, sin esa posibilidad de ahondar en una mirada, en un abrazo oportuno o en una mano cálida que, recordada oportunamente hubiera salvado irremediablemente ese vínculo. La frialdad del ruido comunicacional, medido en bytes, megas y gigas, opaca decenas de años de cafés compartidos, asados, abrazos, lágrimas, confidencias, infidencias, complicidades y secretos que una amistad supone. Y por ello esa ruptura, esa famosa grieta, esa liquidación del lazo que uno suponía irrompible, indeclinable, insobornable por las mieles del éxito temporario, o por las inevitables lejanías que pudieran imponer, maligna y aviesamente, los éxitos permanentes o los fracasos estrepitosos y muchas veces, las mas, inevitables. El temor a que esa situación vire definitivamente hacia las aguas negras y macizas de la irreparabilidad debería mover a una cierta y oportuna reflexión, acerca de las palabras, acerca de los vínculos personales, acerca del cariño, acerca de que una identificación política no los hace cómplices de un gobierno corrupto, por un lado, ni agentes comprados por las tenebrosas fuerzas que conspiran contra la integridad de la patria, por el otro. Esta exacerbada dicotomía sólo puede repararse apelando al vínculo personal, al abrazo real, a la comida o café compartido sin las desmesuras de un teclado impune, ni la distancia que impone una foto anacrónica y, a veces, desleal con el tiempo transcurrido. Sintió que el mate estaba frio, le dolían los codos y la cabeza. Se levantó y caminó pesadamente hacia la cocina y puso la pava al fuego. Se quedó mirando las llamas azules y escuchando los rechinares del metal expandiéndose, perezoso, ante la urgencia del agua y el fuego.