Wednesday, August 23, 2006

Zozobra

Acaso en un recodo del recuerdo
errático, amorfo y silente,
herrumbrado por la noche latente
mansamente limado
por los años,
por el hedor de los años.
Un rastro cómplice,
pródigo.
Un chorro de música
hedionda
rebasa el irrisorio contenido
y cae en los dulces rincones
a cambio del secreto
de la sacrílega permuta.
Jadeante, un apego furtivo
resbaló en la sordidez
de la virtud
y un grasiento vaho
de zozobra
empaña el dolor y el gozo.

Dudas

Pues bien, tratándose de inclinar la balanza frente al desmedido afán de conservación, C. caviló largo rato.
Analizo minuciosamente los nuevos e inquietantes signos.
La habitualidad de las alucinaciones, que lo conducían a un estado de semiparanoia, intolerable escisión que lo desgarraba. Por otro lado las fuerzas interiores que parecían haberlo endurecido por dentro lo abandonaban poco a poco, conforme la sucia guerra que lo envolvía por dentro y por fuera lo manchaba con su sangrienta roña.
Aquella noche, mientras caminaba sigilosamente en las calles de la kasba, aterido de frío y de temor, un fugitivo pensamiento se insinuó, perverso, entre la maraña de los profundos estratos de conciencia.
Acaso se trataba de su propia muerte?
Era difícil saberlo, abstraído en su propia supervivencia, en un demente y violentísimo estado de cosas.
Sin embargo, advirtió que la insensatez de los sueños y alucinaciones tenían una simetría, perversa si se quiere, como si una respuesta ante lo inevitable se dispararía, como una flecha certera, ante un blanco atroz.
Se sintió estúpido, la suave brisa glacial le refresco el rostro y unió su mente con su cuerpo, aquel extraño instrumento, afinadísimo, cruel.
Con aviso de la apretada realidad, un indicio, por chiquito que sea lo conducía sin dudarlo a la mas cándida de las alegrías. Como despertar de un largo y pesado sueño, solo indicios, una mirada,
una fugaz sonrisa de alguien que quizás no comprendía ni una palabra, no entendía o no podía darse a entender, recordó mordazmente.
Arrugo el papel sin que se le ocurriera nada, un vació se apodero de sus silencios, como raspando en las sólidas rocas de su atribulada y pequeña humanidad.
Aunque pensó que ensuciando un poco de hojas de tinta y palabras sin significado ni trascendencia iba a desencajar el siniestro laberinto que su propia necedad le tendió, como una telaraña.
Y empezó a pensar en boludeces, como que tal si ponía un poco de orden en sus cosas ya ordenadas obsesivamente, etiquetadas y embolsadas... se pregunto de donde sacaba tiempo.
No podía ser de otra manera, como si repitiera ritualmente día tras día las mismas preguntas, las mismas insoportables respuestas, automatizadas.
El paisaje escueto del catre se redujo a un revoltijo de frazada, sabana, bolsa de dormir y un inconfesable hato de sueños.
Pero lo que lograba era infinitamente humilde, apenas una fracción de milímetros hacia la meta.
Se percato del insidioso mal que lo invadía poco a poco, como un cáncer que se le metía en las entrañas probando de su carne y, ávido, continuaba en busca de mas.
La melancolía y la indiferencia.
El abismo de la pasión, el exterminio, la lucha por imponerse al Mal.
Por ese mismo medio, fuego con fuego, solo para producir mas incendio mas dolor mas muerte.
Un silencio cayó sobre su alma, como una luz clara que invita a seguir por la senda iniciada.
La resolución se insinuó pegajosa como un bicho molesto que insiste en rondarnos la cabeza, insidioso, letal, aunque pequeño y repulsivo...no tardo en darse cuenta de que la resolución adquiría forma y la anunciada y temida vuelta se trastocaba en una huida hacia delante.
Se veía a si mismo sumido en una profunda y agotadora marcha, donde cada paso nos alejaba cada vez mas de nuestro objetivo, se veía a si mismo ensimismado de la mas absoluta soledad, la que uno tiene cuando se halla en medio de la gente.
Quizás no tenía muchas opciones, las alternativas que se había propuesto eran tan absurdas que la decisión de enrolarse sonaba a lógica, aun tomando en cuenta la cierta posibilidad de una guerra. No se arredro, sumido en la firme convicción de los aspirantes a muertos, y sin dudarlo, casi, reventó su blanda mollera contra el muro.

Imagino por un segundo la figura de si mismo, considerablemente reducida a un significado abstracto, como un numero, un calibre.
Calculó mentalmente una indescifrable clave y se replegó a esperar, agazapado en las sombras.
Una sucesión de imágenes sostenidas por precarias pinzas de lucidez, pasaba frente a sus ojos cerrados, o abiertos, no sabia.
La niebla sanguinolenta del amanecer envolvía su mente, y casi no distinguía los objetos más lejanos.
Perplejo, intento describir su naufragio interior.
Estaba dispuesto, porque se trataba de sacrificar prejuicios, de destrabar conciencias, y todo eso permaneciendo fiel a si mismo. Sin embargo se preguntaba si podía razonar debidamente.
Se sintió básico, como la lluvia, que ya comenzaba a golpetear los techos de lona de las carpas y formar charquitos en los rellanos.
La apariencia de seguridad, tras el verde militar se detenía frente a la cáscara de la realidad, desnuda, desprovista de todo adorno.

Encontró un exiguo rastro, errante quizás, pero comenzó a seguirlo, como un pulgarcito desesperado porque nota que le faltan eslabones, deliberadamente se extravió en las sombras de la casualidad, como un indiscreto y desapasionado investigador de lo oscuro.
Todo lo que tenia a la vista era un conjunto de claves, un secreto celosamente guardado en los arcanos de la conjetura, aunque no era la primera vez que recurría a la conjetura. En alguna parte, en algún tiempo, de no se cuando, la respuesta esta en un amasijo de palabras que nada decían.
Entremezcladas con las hipótesis mas descabelladas, aparecían nada mas que para ser descartadas al mas mínimo atisbo de una razonable duda, un numerus clausus de posibilidades?.
O quizás no, un número limitado de sinuosos razonamientos lo llevarían a la siniestra verdad.
Para tranquilizar su conciencia comenzó por lo que parecía ser el principio de toda deducción, la relación sucinta de los hechos tal como los recordaba, su memoria excitada perdía los planos de la diferencia espacial y enriquecía con sucesivas superposiciones de hechos e inferencias el relato.
Trato de meterse en sus propios procesos mentales, como un oriental ladrón de cuevas, invocando a cada rato el sortilegio que lo protegía de las trampas preparadas por el mismo, pero que no sabia a ciencia cierta cuando y como despertarían a la vida y le saltarían a la cara.
Lo mejor seria comenzar por el principio, las razones por las cuales en ese momento se encontraba en esa situación.
Recordó las noches en la biblioteca, investigando oscuros y pelilargos reyes Merovingios, exaltado, buscando en los anaqueles de la biblioteca de la Universidad, descifrando aquellas lejanísimas eras oscuras.
Recordó las conclusiones que vertía en sus monografías, justificando la bestial violencia desatada entre Neustria y Austrasia, quizás el Líbano de esa época.
Recordó el miedo al regreso, sus ansiedades, su soledad.
Pequeñas explicaciones.
Lo cierto es que ahora, en una zanja embarrada, se preguntaba porque, pero no el porque de tan miserable guerra, sino de sus profundos porque, de los motivos de tan radical decisión, teniendo en cuenta que nadie lo obligo.

Una parte de si se alimentaba en la oscuridad, de los restos que no podía digerir su cándida y atribulada conciencia, lo llevaba por atajos ilógicos, sumergiéndolo en heraclianos pantanos de mierda, y cuando se las ingeniaba para descubrir algún nexo, se lanzaba sobre el con avidez.
Sin embargo, los artificios que inventaba su mente para justificar sus divagues solo cubrían una lastimera parte de la verdad, la mas descarnada búsqueda de absoluto.
Y se equivocaba, retrocedía a tientas, solo para arremeter por otro ángulo, con mas fuerza, mas a ciegas.
En ocasiones, entretejía sus sueños, dibujaba imágenes de antiguos terrores, y luego desgajaba sin piedad pensamientos oscuros, donde todo surgía meridianamente, iluminado por los acontecimientos que descubría.
Sin embargo siempre desconfiaba, al cabo de un tiempo, ante la evidencia de nuevas e inquietantes revelaciones, dando por tierra las ideas que hasta ese momento defendía con cierta firmeza.
Fue en aquellos días lluviosos de Enero de 1980 que decidió viajar a Europa, siguiendo un derrotero marcado por las catedrales góticas.
Como siempre, comenzó en Paris.
Pasaba largas horas dentro de Notre Dame, escrutando los rincones, repasando sus notas sobre los significados ocultos de las imágenes esculpidas en profusos racimos.
Y entonces?
Entonces encontró otro leve rastro de lo que buscaba, aunque a esta altura justo es confesar que se dio cuenta de que en realidad era como si algo lo buscara a el.
Sin embargo, desorientado, dudo al principio, imaginaba al Gran Constructor, asignándole una Tarea...
No alcanzaba a discernir exactamente que.

El rastro, aunque casi imperceptible, lo condujo de vuelta a Israel, su periplo por las catedrales Europeas le avivaron un misticismo quizás frecuente en el.
No hubo un momento determinado de cambio, se dejo llevar por la marea imperceptible de la sinrazón.
La verdad lo golpeo como un puñetazo, algunos momentos se destacaban sobre los otros, como el momento en que descubrió lo profundo de su soledad, o cuando temió seriamente la locura.
En aquel momento solo la realidad de P. lo ponía en la senda de los normales, aunque a costa del inmenso sufrimiento de ella, que masticaba en silencio su frustración y su amor mal correspondido. No tardo en darse cuenta de la inutilidad de hallarse al lado de C. y emprendió una solitaria búsqueda de seguridad y afecto, que C. por supuesto no percibió, en realidad ni siquiera le interesaba demasiado.
C. releía Abbadon cada semana y tragaba grandes trozos de la carne mas podrida que pudiera imaginarse, sintiéndose responsable por cada palabra de su Biblia, viviéndola en Marcelo o Agustina, sin embargo su realidad cada vez mas complicada y difícil de descifrar, le amargaba la existencia. Nunca pudo, por mas que quiso, sentir Rayuela, a Horacio lo percibía tan pero tan marginal que no lo percibía, en el fondo no entendía del todo a la Maga.
Ahora se sintió practico y había decidido que algo radical tenia que concretarse. Ya que no alcanzaba a discernir su Papel, iba a buscarlo desesperadamente, a los manotazos, ya que de todas maneras sabia que el destino lo encontraría por mas que lo rehuyera o lo alejara de si como a un moscardón molesto.

Sunday, August 20, 2006

Bill Evans

Los acordes insomnes de Bill Evans lo arrastraron a un torbellino de incredulidades, la botella de alcohol a medio tomar contribuia a su estado general de animo, solo la compania vacia de otros seres informes le acercaban a una realidad de humo de cigarrillos, charlas de politica, añoranzas extremas de la triste tierra que quedo alla pero que esta tan aca, tan cerca de uno.
No podia dejar de preguntarse, y sintio una nausea, una repentina y profunda nausea, se precipitaba lo tan temido?, quizas era temprano aun.
Solo le restaba descifrar la intrinseca realidad de los signos que le eran enviados de tanto en tanto.
Tomo con su mano derecha un opaco vaso que contenia cognac, era inevitable, el aroma de la fuerte bebida le recordaba largas noches de zaguan con papel y lapiz transcribiendo oscuros versos de adolescente, con Alfredo, sintiendo cada letra y rebelandose con cada particula de su incomodo cuerpo.
Bill Evans dio paso, luego de una breve pero intensa batalla entre los nostalgiosos contra los colonizados, a una telurica y rimbombante Mercedes Sosa, heroina por esos tiempos entre los alli presentes.
Se dio cuenta de lo ridiculo que se sentia alli, en medio de las miradas desnudantes e inquisitivas, como siempre que retornaba del Libano por un breve permiso, sentia la reprobacion, como si todas las maldades de la guerra se concentraran en la persona, por cierto breve, de C.
La musica acallaba los inevitables ataques que ya veia venir, C. concentro sus esfuerzos en verse retraido e inalcanzable, no queria la confrontacion, sobre todo sabiendo que la discusion le haria mal, que le arruinaria las pocas horas de "paz" que le habian dado.
La primera pedrada vino de parte de Dany, su pasado de preso politico en la lejana le daba un caracter muy peculiar, jamas podia estar quieto, media las habitaciones con cuatro pasos precisos de ida y cuatro de vuelta, en diagonal.
Fumaba los cigarrillos chupando con fuerza, la brasa estaba casi siempre roja.
C. no se dio por aludido, aunque estuvo tentado de arremeter a patadas a su interlocutor, solo una ultima reflexion le impidio tal definitiva respuesta.
Pero ya sin benignidad alguna Dany iba dando senales de un vasto descontento, queria respuestas, queria reacciones , queria ver al soldado brutal justificando su mas brutal teoria, sus ojillos tras los gruesos lentes brillaban de regocijo al verlo acorralado, y sin dudarlo ni un solo instante se entrego con deleite a perseguirlo, a maniatarlo, a socavar con sibilina elocuencia los maltrechos argumentos que C. exponia sin ganas.
La noche se nublo de alcohol, C. levanto su embotada cabeza y con esfuerzo dirigio su mirada a la puerta, que aparecia lejana e inalcanzable como un instante de paz en su azorada tarde.
La corta caminata hacia su casa le aclaro un poco la mente.
Recordo que un oficial le habia hablado del estrecho parentesco que unia al sufrimiento con el odio, y esto explicaba la ferocidad de los ataques de Dany y quizas explicaba muchas de las terribles cosas que a diario se cometian en esa guerra, que nos carcomian el alma y nos hacia dudar de todo. Que paradoja! recordo su antiguo discurso y sonrio con una sonrisa torva.
Se sintio traidor, se sintio miserable, pero sabia que no existia ninguna posibilidad, lo supo cuando tomo la desicion de enrolarse, aun contra el deseo de su padre, aun sabiendo el dolor que les causaria.
Cuando C. llego a la puerta de su pequena casa un sentimiento de desasosiego lo invadio
La soledad inmensa que crecia con el paso sutil de los acontecimientos le recordaba que llegado el momento estaria completamente solo y aislado.
La conviccion que crecia dentro de si lo aturdia, El amigo muerto lo obsesionaba cada vez mas, suspendido en el arido y cruel terreno de lo incierto y probable o por lo menos posible.
Lo peor era la inevitabilidad, lo peor era el silencio a que estaba condenado, so pena de que le consideraran desquiciado o simplemente una bromista de mal gusto.
Inquieto, se entrego al siempre temido reino de la inconciencia.
Un sueno lo asalto, inexplicable, violento, cruel, los lobos lo acosaban. sus desgarradas carnes se rehusaban a entregarse, luchaba con todas sus fuerzas, su ensangrentado machete destripaba lobos que no cesaban de venir, con sus rojas fauces, babeantes de odio y su mirada criminal. La nieve tenida de su sangre y la de sus enemigos formaba una sopa inmunda donde se hundia hasta las rodillas, solo frente a la manada, una mirada helada, el silencio solo roto por ocasionales aullidos...
Al despertar y extender un brazo, encontro junto a el una cadena y enlazado a su cuello un grillete de proporciones ridiculas, facilmente deslizo su cabeza por el inmenso aro y dirigio su mirada al techo, en lo alto, sobre el abside de un arco una gargola lo observaba, petrea pero viva.
recordo su sueno y el aullido de los lobos aun restallaba en sus oidos, el silencio, se pregunto hasta cuando y subitamente comenzo a gritar, hasta la desesperacion, derrochando las energias que le quedaban, su rugido apagose en un eco sideral que siguio su curso en unas profundidades inalcanzables...
Solo la sensacion del eco le dio la pauta de que sonaba un sueno, era irreal, todo el resto era creible, se pregunto cuando despertaria e hizo un esfuerzo...
El amanecer inminente y el chillar de los pajaros le parecieron terriblemente acogedores. Sintiendo cada hueso de su vapuleada humanidad se estiro en su cama, se levanto de un salto y se preparo cafe.

Tuesday, August 15, 2006

La Tumba del Salib

El panorama es adusto, el vapor de los espejismos corona una colina abanicada por las palmeras silvestres, que se yerguen, serenas, en medio de farallones y rocas asediadas por el embate de las olas e impregnadas de salitre y luminosidad. En lo más alto, una tumba de un hombre santo musulmán, deslucida y pobre, como si el Salib que habitaba en ella hubiera perdido la fuerza de su barakha, sus muros se baten en ruina y ningún alma parece acordarse de ella.
Otras tumbas, mas populares y frecuentadas, ostentan los mitos de los que son objeto. Como en las demás religiones, el culto a los intercesores en el Islam no es desinteresada, los fieles solicitan favores y formulan votos, para obtenerlos, a fin de dejar constancia de ellos y, tal vez, de refrescar la memoria, los devotos cuelgan cintas y trapos y otras prendas similares en la tumba del Salib.
En el fondo, el Líbano era una increíble metáfora, adivinando poco a poco la silueta de su intrínseca mentira, se superponía una verdad a medias que nos confundía. Manotazos de historia, regados con sangre de mártir, de terrorista, de inocente, de todos los que por alguna razón se hundieron en el barro libanés.
Sobre el silencio asediado por el viento, comenzaba a resonar un rumor.
Desde los minaretes de las mezquitas de las aldehuelas vecinas se extendió un llamado sincrónico, tenia algo de irresistible, hipnotico y las gentes se reunieron en las plazas y una pequeña multitud comenzó a reptar hacia la colina.
La ceremonia, si es que se la podía llamar de ese modo, fue breve, sin embargo se quedaron alli todo el día, cantando, bailando, vendiendo, comprando y conspirando.
Era curioso, la observación de estas circunstancias hacían extremadamente feliz a C. que mezclaba su renovado embrutecimiento con ramalazos de aguda observación y goce de la realidad.
La guerra le surgía como una experiencia interior, como un grito o exclamación que entraba en armonía con la cacofonía circundante. Esa violenta irracionalidad parecía natural, sin embargo era ininteligible para el pensamiento racional, en el sentido de ser un vehiculo de elección, como un vehiculo desaforado de incontrolable e incontenible curso.