Saturday, February 24, 2024

Nada.

Sueño de mar, pesadilla de rio, deriva a través de la noche y transita la memoria y el deseo. Justo en ese momento en el que el amanecer no decide su impronta luminosa. Junto al margen seco, blanquecino, moteado aquí y allá por neumáticos ajados y podridos, insertos en la pétrea arenisca que en algún tiempo estuvo sumergida en el agua liviana de lo que alguna vez fue el rio de la plata. Como en todas mis visitas al lecho reseco y abandonado, me había sobrecogido la visión de ese fragoroso rio ausente, en el que el espejismo de calor rebotando en los bancos de arena secos para siempre, reemplaza al agua. El viento seguía soplando, frio y abrasador a la vez, una marea de arena se reptaba buscando alguna irregularidad de terreno para anclarse, desesperada, en algun lugar del universo. Un oleaje fantasmal. Hacia largo tiempo que habían desaparecido los juncos y los sauces. Unas hebras de una hierba gruesa emergían cada tanto, como un cuadrito nacarado que emergía de la arena otrora marrón, ya casi blanca. Cuando desde norte cerraron las compuertas y descubrieron los huesos y los esqueletos de personas y embarcaciones hace tiempo dadas por desaparecidas de la faz de la tierra, el grito de los pescadores, que nadie realmente escucho… luego el grito de los deportistas que, por supuesto nadie en el mundo escucho…los agricultores, que aun confiaban en el cielo que cada tanto derramaba vida, pero nadie los escucho, y finalmente el grito de los que vertían su mierda, que quedaba al descubierto en la sequedad recién acaecida, y los ponía en evidencia. Hasta que, un dia cualquiera, ni mas cálido ni mas seco que el dia anterior, comprendimos que el agua no bajaría nunca mas. Las lluvias cesaron, los pozos se secaron, las bombas se fundieron. El sol no se ocultó nunca mas atrás de ninguna nube peregrina. Cada dia salía, sin piedad ni rencor, abrasando la tierra y evaporando los espejos de agua que fueron quedando. Nunca se pudo explicar donde se fue el agua, o la humedad, pues el océano seguía allí, salado e intomable, salado y acido, quemando cada resto de vida que pudo haber sobrevivido. Nada sobrevive. Nada.