Necia, envidiosa, concupiscente y anárquica, la masa , también vota.
Vota mal?
No.
Vota y es un milagro.
Enajenados por las ceremonias del fetichismo de la mercancia, algunos depositan su confianza en lo que les reservo esa pequeña parcela de confort.
Otros, bailan un tango funerario con el recuerdo, y votan reculando. Con la alegria del rencor.
Alguno votará segun la liturgia ambivalente que le impone el imaginario ferrea y macizamente peronista, y sentirá la intima satisfaccion de la obediencia.
El voto, no importa en que sentido ni con que sentido, es un milagro.
Millones de esperanzas, de voluntades, de ilusiones o de nada, pero concertados en decidir algo de nuestros destinos.
Es un logro de la humanidad, que salimos, aunque sea en la ilusion y la potencia, de la decisión unipersonal, unilateral, iluminada, divinizada o simplemente con la fuerza de la prepotencia, hacia la decisión compartida, atomizada, personal, propia y al mismo tiempo, altruista, que nos permite ser mas humanos.