Mi papa era un compendio del lugar comun porteño, como todo porteño que se precie, no nacio en Buenos Aires sino en Cordoba, pero de chiquito se vino a la capital y adoptó todos y cada uno de los cliches del porteño sobrador y canchero. Una especie de Isidoro Cañones del subdesarrollo, porque su zona de influencia era Constitucion, Flores y Barracas... portaba la Razon Sexta bajo el brazo, cuando volvía del laburo, la gomina era de rigor, de rigor mortis digo, porque le dejaba la cabeza dura como un casco...bigote y pilcha planchadita, con la raya del lompa colgandole, perfecta, del pantalon de tiro alto. Y el pucho en la manito, siempre.
Puchero en Ambos Mundos, pizza en Las Cuartetas, carne en los carritos de la costanera, tallarines en Pippo...todo regado con Bidu Cola...en mi caso, tinto de la casa, en pinguino, en el caso de mi viejo.
Pero el furor lo hizo esas naranjitas redondas de plástico que se ponían en la antena del auto, en Mar del Plata, con un líquido completamente dudoso...que las regalaban en promociones que generaban colas inconcebibles, y que hacían crecer una excrecencia redonda, opaca y ridícula en las antenas de los reno 4, gordinis, citroens 2cv, fiat 600 y 1500. Los otros eran mas conchetos, como el Ambassador, el Falcon o los Dodges, esos no le ponían la pelotita de plástico con forma de naranjitas en las antenas...esos las miraban con asquito.
Corso de Avda de Mayo, la feria en la calle Tandil, los taxis Siam di Tella, los veranos COMPLETOS en Miramar, de diciembre a marzo, lomitos en Punto y Banca en Mardel, la Boston, los pebetes de milanesa en la playa, la bici, la libertad de no reportar a los viejos cada minuto, porque no pasaba naranja. Los caracoles despues de la lluvia, cuando todavía subía el vaporcito de las calles mojadas. Los barquillos con ruleta. La playa TODO, PERO TODO el día. Sin miedo a los rayos ultravioletas, ni mongo. Bronceador? era para los patovas que jugaban paleta en la playa todo el día, pam, pam, pam. Y el pito cuando alguno era sacado boqueando del mar y todos tirabamos de la cuerda del salvavidas. Y los aplausos y el chico perdido a babuchas que siempre encontraba a mamá o papá. Ir al sur era para hippies o aventureros, que era mas o menos lo mismo. Las familias acampabamos en las carpas de la playa. Armábamos los autitos con las sillas de junco y arena y a la tarde, cuando caía el sol, nos poníamos los puloveres sobre la piel y la arena fría acariciaba los pies desnudos.
Bidu Cola, dice la botellita que flota en la inmensidad del recuerdo, con un mensajito enrollado prolijamente en su interior..."todo tiempo pasado fue mejor"...dice, berreta y remanido, el papel de repuesto Rivadavia con sello de agua, cortado con regla, dejando los pelitos imperceptibles que la arrancada siempre producia.