Sunday, June 16, 2013

Pa

Nunca me lleve bien con mi viejo, ni en vida de el ni después. Simplemente él, al no haber tenido infancia, no tuvo percepción de MI infancia, mi adolescencia y juventud, y no tuvo posibilidad de relacionarse conmigo. A la distancia, a veinticinco años de su fallecimiento, quizás por el absurdo, he llegado a valorarlo, incluso he llegado a quererlo. Me propuse ser diferente a el lo mas posible en relación a mis propios hijos, jamas levantandoles la mano, jamas denigrándolos o compitiendo con ellos. Tratando de estar, de participar, de acariciar y de educar, de dejarlos volar a su debido tiempo, de hacerlos pensar, criticar, a no quedarse con la apariencia. Se que he triunfado, porque estoy profundamente orgulloso de mis hijos, de todos ellos. En su profunda discapacidad para expresar amor, mi papa, igualmente influyó positivamente en mi vida, pues el, al no haber tenido una vida normal, puso en perspectiva y acrecentó mi deseo y mi capacidad para criar hijos. No siempre somos espejos de nuestros padres, por suerte, pero si tenemos la capacidad y la piedad para comprender sus propias carencias, podemos sobreponernos y ser nosotros, a su vez, mejores padres y quizás, mejores personas. Va mi recuerdo a mi viejo, que sólo comprendió la finitud cuando era tarde y anochecía en su vida, cuando no quedaba tiempo para enmendar todo. Sé que hizo un esfuerzo sobrehumano, al final de sus jóvenes y viejos 58 años, y eso, redime su recuerdo. Con amor te evoco, aunque tuve que aprenderlo en otro lado, Papa.