Thursday, November 15, 2018

ANARCOBOLUDEO

Hace tiempo que no escribo sobre la realidad, un poco por decisión consciente, y otro poco por piedad hacia quienes tratan de arreglar el desquicio que nos dejó la marabunta kirchnerista, sin mucho éxito, por lo visto. Sin embargo, un siniestro halo de condescendencia que parte de cierta prensa hacia quienes, mediante el simple expediente de fabricar y explotar una bomba medio casera pero igualmente mortal, pretenden demostrar rebeldía o compromiso con la destrucción del orden establecido, me induce a tratar de explicar o, mejor dicho, de explicarme, que sucede en el desquicio que esta gente cultiva en su deforestado intelecto. Muchos de estos individuos son conspiranoicos, sesgados en torno a enormes prejuicios xenófobos, antisemitas, antisistema y, la enorme mayoría, herederos de un fascismo genético, pero desprovisto de estructura, de uniforme o de disciplina. Son nostálgicos secretos de un orden donde el más fuerte o el más salvaje reina, soberano, sobre el débil, sobre el pacifico. Impostores que rechazan afiliaciones nacionales, pero asumen como perfectas sus afiliaciones tribales. Impostores que necesitan del caos, porque solo medran en el temor ajeno. El anarquismo es violencia pura, odio puro, destilado de las mas profundas vetas del autoritarismo identitario. Capaz de la atrocidad, se disfraza de pacifista, se disfraza de justo. Y es el más injusto de todos, porque se ceba en los débiles, abreva en los dependientes del grupo, de la sociedad, que son legión. Son épocas de florecimiento para estos individuos execrables, porque tienen al enemigo perfecto en un gobierno que pretende integrarse al mundo, que pretende salir de la telaraña populista, que pretende, aun cuando le yerra con demasiada asiduidad, decir la verdad. No es casual todo esto, no es casual que haya un resurgimiento de la violencia política, pues las fuerzas del populismo suelen convocar, lateral y subrepticiamente, a esos lúmpenes desclasados, desquiciados y deforestados, y enviarlos a hacer el trabajo sucio de armar quilombo, porque el populista añora el orden del líder carismático. Añora el miedo. Necesita el miedo.