Wednesday, July 30, 2008

Internet, de chiquilin te miraba de afuera...


Los que estamos a caballo entre la “premodernidad” de los 50 al 70, la "modernidad" de los 80, y la "posmodernidad" de los 90, de alguna manera gozamos de mucho de la pastoralia pretecnologica, la época en que había que levantarse a cambiar a uno de los cuatro canales que se veían, y solo si tenias suerte captabas el 2...y al mismo tiempo pudimos subirnos al furgón de cola y disfrutar de las mieles de la hípercomunicación...o de la incomunicación...depende, casi casi como que pienso que si bien la charla, café o mate de por medio es absolutamente insustituible, el chat, el foro, el teléfono celular omnipresente, los mensajitos, el msn y cuanta forma de comunicación que vertiginosamente asoma casi todos los dias con alguna novedad que deja casi toda nuestra parafernalia, adquirida con verdadero esfuerzo, como utensillos de piedra en tiempos del bronce. Hacer un amigo, antes, era una cosa de piel, de noches compartidas, de infidencias dichas a la luz de neón de una vidriera de un negocito de barrio, cerrado hasta que despunta el nuevo día. Momento en que se elegía mojar la medialuna en el bar de la esquina o tratar de torrar algo hasta que el grito destemplado de la mamma, (inútil! levantate! que te pensas?? que soy la sirvienta?! anda a laburar, vago!) nos sacaba, lagañosos y existencialistas, a la calle de baldosas acanaladas, levantadas alrededor de los árboles, cuyas raíces se adentraban, todavía, en el subsuelo sano de la periferia.
Hacer un amigo hoy, suena raro, pero es mas facil. El teclado es avido, pide detalle, pide infidencia, pide verdad. Es mas fácil mostrar las miserias primero y la cara después. O nunca. Y sentir que se compartió todo con...quien?

Lo maravilloso de internet es que, a veces, ese "quien?" ha trascendido, en muchos casos, el nick, la impostura, la mascara y adquirió ribetes de amistades entrañables, basadas en la confianza y la complicidad.

Vuelve el café, el mate, vuelve el whisky, vuelve, cada tanto, para reafirmar que vivimos vidas similares, con nuestros aprietes, nuestras nanas y condicionamientos.

Los premodernos, jeje, han debido pasar de la estética del Rico Tipo, pero si no pasaban antes por El Eternauta...no pasaban por ningún lugar. Ese fue el eslabón que ligó a las generaciones. El salto cuántico que nos permitió sentarnos en esta magnifica olla pirula y mojar nuestros pinchos y morfar a gusto de la experiencia ajena.

Y hoy nos sentamos frente a nuestras computadoras, con las caras iluminadas por la luz inane de la pantalla, como miembros de una lejana tribu, frente al fuego nocturno prendido con enorme esfuerzo y mantenido encendido con enorme pasión, movidos por la urgencia ineluctable...ganar el cielo o perderlo, en una movida única, para vencer la soledad.