Thursday, September 15, 2011

Tiempo

La vida humana esta hecha solo de tiempo, y la única formula para enfrentar los problemas que nos genera el conocer nuestra propia finitud es el desapego, pues libera de muchos miedos.
Hoy es difícil encontrar en Buenos Aires esos rincones, esos espacios donde la gente iba a distenderse, a encontrarse con alguien, a trascurrir el tiempo, dejando que este se pierda mirando a los desconocidos, ensoñandos en fantasías de riquezas o de amores. La calle se ha vuelto miedo. La seguridad fue derruida a martillazos propinados por el antiguo y atávico miedo a perder las posesiones, a fuerza de convencerse de que irremediablemente serán robados los niños o violadas las mujeres. Lo que fue concebido como una cuadricula ordenada se ha transformado en un laberinto de callejas que aunque rectas y perpendiculares entre si, dejan una sensación de intrincamiento y desazón.
Momentos irrepetibles de toboganes, sube y bajas y hamacas, olvidados tras ubicuas rejas que parecen rodearlo todo, encajonando los sonidos evanescentes en la tenue trama de la memoria.
Buenos Aires deja su alma, irremediable, en el limbo de la inseguridad y el abandono. Supeditada a los prestigios de tiempos pasados, en un país que no deja de mirar atrás.
Mira compulsivamente atrás, como si el agobio de la conjetura la obligara a situarse en el pasado mítico en el que todo era mejor, mas rico o mas simple. Y ahí nos quedamos...sin tiempo que perder.

Monday, August 22, 2011

Voto a votar.

Necia, envidiosa, concupiscente y anárquica, la masa , también vota.

Vota mal?

No.

Vota y es un milagro.

Enajenados por las ceremonias del fetichismo de la mercancia, algunos depositan su confianza en lo que les reservo esa pequeña parcela de confort.

Otros, bailan un tango funerario con el recuerdo, y votan reculando. Con la alegria del rencor.

Alguno votará segun la liturgia ambivalente que le impone el imaginario ferrea y macizamente peronista, y sentirá la intima satisfaccion de la obediencia.

El voto, no importa en que sentido ni con que sentido, es un milagro.

Millones de esperanzas, de voluntades, de ilusiones o de nada, pero concertados en decidir algo de nuestros destinos.

Es un logro de la humanidad, que salimos, aunque sea en la ilusion y la potencia, de la decisión unipersonal, unilateral, iluminada, divinizada o simplemente con la fuerza de la prepotencia, hacia la decisión compartida, atomizada, personal, propia y al mismo tiempo, altruista, que nos permite ser mas humanos.

Friday, July 29, 2011

Yujuj

Jujuy incalculable.
Atavismo supremo,
de tierra y sal.
De choclo y
papa.
Hambruna inasible
Atajos de piedra
y sol.
Anunciada en la estirpe
Reprimida en la ignorancia.
Vispera de todo
y anclada en la nada.
Perdida en un norte
Que es, en realidad
Sur.

Wednesday, July 13, 2011

Justicia de Victimas

Un juicio penal no es para hacer justicia a la victima.

Cual es la función de un juicio penal?,
Este tipo de preguntas surgen cuando nos encontramos frente a casos como el de Lucila Frend.
“Este caso es búsqueda de justicia para Solange…” oímos proferir una y otra vez al fiscal Guevara.
Leemos en un diario como La Nacion, estupideces como: Este juicio dejo una pregunta, si Lucila no mato a Solange, quien la mato?
Este razonamiento esta profundamente equivocado y el Tribunal que absolvió a Lucila Frend entendio exactamente eso. Un Juicio Penal nunca es acerca de la búsqueda de justicia para las victimas. Si asi fuera, sólo podría haber un solo veredicto: Condenatorio. Esto es porque sólo una persona esta en juicio en un caso criminal, y si esa persona es sobreseída o absuelta, entonces, por definición, no puede haber justicia para la victima en ese juicio.
Un juicio penal no sta diseñado para establecer “quien lo hizo”. No es una investigación criminal para establecer quien de entre varios posibles sospechosos es responsable de un delito.

En un juicio por homicidio, el Estado, con todo su poder, acusa a un individuo de ser responsable de la muerte de una persona. La función del Juicio es PROBAR esa afirmación y establecer una condena para tal reprochable conducta.

El Estado debe probar esa acusación, mediante prueba admisible, obtenida legalmente, no viciada por ninguna nulidad, y llegar a una sentencia más allá de una duda razonable. Si bien nuestras leyes no hablan de esa cuestión, y pone en cabeza de los jueces un instrumento poderosísimo, denominado libres convicciones razonadas, el concepto de duda razonable es util e ilustrativo de los limites que deben tener esas ¨libres convicciones razonadas¨.
Un juez no puede condenar por un juicio de probabilidad, ni siquiera mediante uno de posibilidad, pues ninguno de esos criterios satisfarían el estándar de prueba que debe ser, aun usando conceptos extraños a nuestros códigos, mas allá de la duda razonable. De acuerdo a este razonamiento, podríamos tener un resultado “legal”, pero quizás no “moral”. En ese caso, quizás no se hizo justicia con la víctima, pero se ha hecho justicia con la ley. La ley debe prevalecer sin fisuras, sin ambages, sin dudas.

Desde hace miles de años, la sociedad occidental ha insistido en que es mejor tener diez culpables libres que un solo inocente injustamente encarcelado.

Este principio campea nada menos que en la Biblia, y surge de la discusión de Abraham con dios sobre los pecadores de Sodoma. Abraham reprocha a dios sus planes de destrucción de la ciudad, con sus inocentes y pecadores por igual. Por ello le desafía y le dice que si encuentra diez justos no debe condenar a una ciudad entera. Dios esta de acuerdo y conviene con Abraham que no destruirá la ciudad si encontrara diez justos entre ellos. Desde esta perspectiva, aun de la enervada logica religiosa, emerge, victoriosa, la prevalencia de la ley. Es la propia promesa divina la que sujeta al propio Dios a su propia Ley. 
Aun cuando muchos infieran lo contrario, un juicio criminal no es “la búsqueda de la verdad”…los científicos buscan la verdad. Los filósofos buscan la moralidad. Un juicio criminal solo tiene por objeto un solo resultado y camino al mismo tiempo: prueba del hecho, de la materialidad del hecho imputado, mas allá de duda razonable y la imposición de una sanción, perfectamente definida por la ley misma, como consecuencia de ello.

El juicio civil, por otro lado, busca justicia para la víctima. En ese caso, la victima acude a la jurisdicción y demanda al perpetrador y solo debe probar la responsabilidad por la mera preponderancia de la evidencia. En otras palabras, en un juicio civil, el juicio de probabilidad adquiere preponderancia. Es un estándar de onus probatorio menor. Es por eso que es perfectamente posible y racional, aunque inentendible para los legos, que una persona pueda ser declarada inocente en sede penal y culpable en sede civil.

Un equívoco frecuente surge del hecho de que nuestra entera percepción de la justicia tiene que ver con las series de televisión y el sistema norteamericano.  No es raro que el lenguaje de las cortes norteamericanas sea mejor comprendido por el común de la gente, que el lenguaje críptico que se usa en nuestros tribunales. Ese equivoco, fortalecido por el hecho de que en la ficción “siempre” los crímenes son resueltos, y la verdad surge a borbotones en el medio de un juicio penal… Nada, en la televisión es dejado al azar o a la incertidumbre.
Para el final de ese mismo episodio el espectador sabrá “quien lo hizo”, y el veredicto de culpabilidad inevitable que la justicia poética se encarga de impartir, se impondrá por sobre las construcciones abogadiles.
No es asi en la vida real. En los Estados Unidos muchos crímenes que son resueltos a satisfacción de la policía, terminan en nada pues los fiscales carecen, muchas veces, de evidencia para resultar en una condena en sede Judicial.
La exposición mediática a la que se vio sometido el caso de Lucila Frend, ciertas “pruebas” que la extraordinariamente torpe fiscalía arrimo al expediente, como la burda autopsia sicológica de la víctima, (inspirada, sin dudas en la tv y no en la sana lógica que debe campear en un juicio penal), solo nos deja un regusto amargo en la boca, pues pocos tribunales hubieran soportado semejante presión. La falta de pruebas forenses, la sumatoria de evidencia circunstancial, casi toda ella basada en percepciones subjetivas de la familia, y un fiscal ansioso de complacer un torcido y extraño sentido de la justicia, sumada a la frontal impericia de los investigadores a la hora de recolectar prueba en el lugar del crimen, sólo podía conducir a un veredicto absolutorio, y asi sucedió. 
Un Tribunal no es una computadora, son seres humanos que evalúan la evidencia y las pruebas de manera diferenciada, con una enorme dosis de subjetividad. Aun cuando el verdadero asesino de Solange Grabenheimer permanezca impune, en este caso se ha servido a la justicia. No a la víctima, ni a sus deudos. No debe satisfacerse a los mismos, porque no es ese el sentido de la justicia. La revancha o la venganza es exactamente lo opuesto a la justicia. En este país, como en muchos otros, lamentablemente, todavía no hemos comprendido eso.

Wednesday, May 11, 2011

Aroma a Libro

Ese sábado amaneció gris. El postigo de la ventana de la habitación de mi abuela que daba a la terraza, dejaba pasar una luz gris, que no dejaba sombra, que no dejaba huella. Eso me indicó que el camino era bajar hacia el comedor, donde una mesa de madera oscura reinaba entre dos muebles que atesoraban vajilla que sólo se usaba en las grandes ocasiones. El cristalero me asombraba en su inmensa capacidad para generar increíbles brillos irisados y reflejos imposibles. Sin embargo, no fui a refugiarme bajo la mesa, ni a la calidez de la cocina en la que siempre algo se cocinaba con efusivos y familiares olores. El comedor estaba algunos centímetros bajo el nivel de la calle, unos dos escalones separaban el hall de entrada de ese acogedor recinto. Sobre la derecha una extraña habitación, oscura, sin ventanas, de un predominante color borravino sobre todas las cosas, un horrible cuadro chino de terciopelo rojo presidia una de las paredes. Otro no menos horrible cuadro del mismo material aterciopelado, pero de color azul, se ensañaba en otra de las paredes. Pero en la pared del fondo, a la derecha, escondida  casi en un recodo  que formaba la escalera que llevaba a los dormitorios, una pequeña biblioteca olvidada, contenía unos pocos libros, quizás una docena o algo mas. Siempre curioso, comencé tocando  suavemente los raidos y carcomidos lomos, algunos tenían los hilos con los que estaban cosidos a la vista, casi como mostrando sus entrañas. Uno solo de ellos tenía perfecto el lomo, amarillo, brilloso, me invitó a extraerlo, todavía era muy pequeño para haber desarrollado ese movimiento con el índice que inclina el libro en un ángulo lo suficientemente inclinado como para extraerlo de la hilera. Sin embargo se deslizo entre los otros ejemplares sin esfuerzo, como buscando ser leído. La imagen del caballo casi desbocado, montado por un joven casi enloquecido, de mirada furiosa y al mismo tiempo completamente enfocada. En mi, quizás en algún punto completamente oculto pero definitivamente me miraba a mí.
El libro, al ser abierto, produjo un chasquido, un crujido, las tapas duras y el papel se conjugaron para generar un efecto crepitante que en un primer momento temí fuera la definitiva rotura de la perfecta unión de las tapas. El aroma del papel, denso y mezclado con un dejo suave de humedad, que inevitablemente en el futuro, evocaría en mi el placer por la lectura, me rodeo por entero, podía sentirlo en toda la habitación, podía sentirlo, incluso, con las yemas de los dedos.
Los tipos redondeados se dejaban leer con facilidad, las palabras se convertían en líneas y estas en parágrafos y páginas enteras se deslizaban bajo mis ávidos ojos, rápidamente, casi tan rápido como podía pensar y al mismo tiempo imaginar, algo cinemáticamente, un medioevo fantasmagórico  y sorprendente.

Pronto, la inconclusa historia me dejaría famélico de mas, ansioso de aventuras y  con la imaginación excitada. Sin embargo, tras la violencia del relato, de la historia,  descubrí la palabra, el ritmo de la palabra iterada en metáforas, en sinestesias, en armonías y melodías, trazos y pinceladas.

Seis años, recién cumplidos, en un verano especialmente caluroso y húmedo, el mayo francés todavía reverberaba, como un eco lejano, en La Razon Sexta, que papa compraba y traía todas las noches bajo el brazo. Habia leído, verdaderamente leído, mi primer libro, El príncipe Valiente, de la Coleccion Robin Hood.

Saturday, April 16, 2011

Falta Envido

Vida por vida, claman despechados sociales que solo atinan a verse el bigote, cortito y ralo. Pintado.

Vida por vida, gritonean los faciles ignorantes de la naturaleza humana. Vida por vida, declaman los virtuosos de jardin con enanos. Jardin de piedras. En la cabeza.

Vida por vida, e ignoran los fragiles fragmentos de culpabilidad que cada conducta integra en un resultado horrible, ciertamente, pero que jamas podemos dejar huerfano de trasfondo, huerfano de historias de vidas y de vidas arruinadas y de vidas trasegadas por cuestiones tan lejanas como una paliza o un insulto cruel, aplicado con destino de humillacion. Cronica malversacion de vida.

Vida por vida, quieren imponer, y en el fondo estipulan, establecen, enaltecen, glorifican, a la muerte.

Vida por vida, visa por vida, vida por visa, y tambien la huida es muerte, y es vida, porque aca o los acas donde se adora la muerte o se añora la muerte departida desde lo alto del martillo de jueces, solo se termina justificando la justicia de hoguera y soga del policía, imbuido de supuestas justicias salvadoras y seriamente asesinas, o humilladores seriales, disfrazados y con el escudo de la placa, del legajo, de la guadaña. De martillo y lapicera.