Es claro que vivimos en un país roto, un país desgastado en una dicotomía que sólo puede dirimirse, quizás, en una secesión ideal, en una partición virtual de un país en sus mitades, en sus paradójicas e imposibles tres, cuatro o mas mitades.
La mitad del país es peronista, con su componente populista, estatista, autoritario, voluntarista, vagoneta, ventajero, politicacho, avivado y muy, muy de derecha, aunque piense que es de izquierda.
La otra mitad es simplemente autoritaria, le viene bien un milico, un milico disfrazado de civil, una mano dura que encamine a los revoltosos, a los diferentes, nada de joda, ante la menor transgresión: paredon, aunque sea una declamación vacía, porque son los primeros en meterse bajo de la cama cuando suena una cebita. Suelen disfrazarse de taxistas, kiosqueros y rentistas. Siempre muy, pero muy derecha,de la derecha populista, aunque se piense, a si mismo, de centro. La democracia les da diarrea y vómitos, pero le echan la culpa a la milanesa que se clavaron en el kiosco.
La otra mitad, disgrega su culpa entre veleidades de libertarios, entre indignaciones y rechazos a destiempo, por corrupciones que hasta hace diez minutos, no registraban en un inconsciente que suele, metódicamente, revolcarse cada dos o tres años en un albañal de consumo, manteniendo un monolítico, denso, doble discurso. Suelen disfrazarse de profesionales y otras ocupaciones mas o menos asi. Pero un fenómeno natural digno de Nat Geo sucede cada fin de ciclo...una cohorte de amas de casa rompe un capullo de ruleros, uñas esculpidas en manos que lavan platos de tallarines, y taquitos apenas altitos y trasmigra, muta, se trasforma, a una apariencia opositora, libertaria, democrática, incluso!, Pero claro, esta categoría es de extrema derecha, fascista, incluso, aunque el espejo deformante y esperpentico en el cual peinan sus guedejas, les devuelva una imagen de progresistas de ocasion.
Una mitacita, una mitad chiquitititita y ruidosa, pero mitad al fin, desdibuja su silueta soldadesca en melenas y barbas. Los portadores de morrales, kefies, envueltos en largos estandartes rojinegros, enjuagan sus mugres consumistas y sus odios ancestrales, en culpogenos griterios, guionados, estructurados e incomprendidos. Marcan un paso de ganso, cuadran sus cerebros en venias imposibles, cubren de epica ridicula sus pulsiones asesinas, represoras, enemiga de la libertad mas elemental, incluso la mas profunda, la de pensar. Se piensan y se masturban, en una epica de izquierda. Aunque el espejo, inevitablemente, les devuelva una triste imagen de cosaco pogromero, de anarquista decimononico, pero superpuesto, envuelto en noche y niebla, se percibe una añoranza de uniforme negro y brillante bota alta, rojo brazalete y mirada de acero.
La mitad del país es peronista, con su componente populista, estatista, autoritario, voluntarista, vagoneta, ventajero, politicacho, avivado y muy, muy de derecha, aunque piense que es de izquierda.
La otra mitad es simplemente autoritaria, le viene bien un milico, un milico disfrazado de civil, una mano dura que encamine a los revoltosos, a los diferentes, nada de joda, ante la menor transgresión: paredon, aunque sea una declamación vacía, porque son los primeros en meterse bajo de la cama cuando suena una cebita. Suelen disfrazarse de taxistas, kiosqueros y rentistas. Siempre muy, pero muy derecha,de la derecha populista, aunque se piense, a si mismo, de centro. La democracia les da diarrea y vómitos, pero le echan la culpa a la milanesa que se clavaron en el kiosco.
La otra mitad, disgrega su culpa entre veleidades de libertarios, entre indignaciones y rechazos a destiempo, por corrupciones que hasta hace diez minutos, no registraban en un inconsciente que suele, metódicamente, revolcarse cada dos o tres años en un albañal de consumo, manteniendo un monolítico, denso, doble discurso. Suelen disfrazarse de profesionales y otras ocupaciones mas o menos asi. Pero un fenómeno natural digno de Nat Geo sucede cada fin de ciclo...una cohorte de amas de casa rompe un capullo de ruleros, uñas esculpidas en manos que lavan platos de tallarines, y taquitos apenas altitos y trasmigra, muta, se trasforma, a una apariencia opositora, libertaria, democrática, incluso!, Pero claro, esta categoría es de extrema derecha, fascista, incluso, aunque el espejo deformante y esperpentico en el cual peinan sus guedejas, les devuelva una imagen de progresistas de ocasion.
Una mitacita, una mitad chiquitititita y ruidosa, pero mitad al fin, desdibuja su silueta soldadesca en melenas y barbas. Los portadores de morrales, kefies, envueltos en largos estandartes rojinegros, enjuagan sus mugres consumistas y sus odios ancestrales, en culpogenos griterios, guionados, estructurados e incomprendidos. Marcan un paso de ganso, cuadran sus cerebros en venias imposibles, cubren de epica ridicula sus pulsiones asesinas, represoras, enemiga de la libertad mas elemental, incluso la mas profunda, la de pensar. Se piensan y se masturban, en una epica de izquierda. Aunque el espejo, inevitablemente, les devuelva una triste imagen de cosaco pogromero, de anarquista decimononico, pero superpuesto, envuelto en noche y niebla, se percibe una añoranza de uniforme negro y brillante bota alta, rojo brazalete y mirada de acero.
Somos mitades, estamos partidos, rajados, siniestrados, rotos.