Wednesday, November 21, 2018

MICHI

Un señorón ingles muy atildado, pero que tenía la rara virtud de soñar música, de contar las historias con música, intuyó, muy sabiamente, que los gatos son seres absolutamente fascinantes, imbuidos de una magia arcana y poseedores de los secretos de la existencia. También, en un alarde de perfecta clarividencia, descubrió, este señor, que los gatos tienen dos nombres, el nombre de todos los días, el que es pronunciado descuidadamente, por humanos y por gatos por igual, no por los perros, que suelen solamente ladrar en un solo idioma, el idioma perro, que es gutural y sencillo y cualquier humano lo entiende, no importa el idioma que hable el propio humano. El perro habla perro. Como decíamos, hablábamos de gatos, no de perros, y los gatos tienen dos nombres, el común, el cotidiano, el que todo el mundo conoce, y el otro, el mas importante, y que solo lo saben ellos mismos, que les viene impuesto por el propio universo, el nombre secreto de cada gato, único e irrepetible, pues cada gato tiene uno, y no se repite, y el universo reflexiona bien bien antes de imponer ese poderoso instrumento. Por eso, descubrir el verdadero nombre de un gato es una tarea ímproba, una misión imposible. Sin embargo, así como Luna, que respondía al nombre secreto de Luna Lunera, un día entró, hace 18 años a nuestra casa, con una hembrita preciosa en la boca, y con un gesto perfectamente elocuente de orgullo, la dejo en el piso y la presentó a nuestra familia. Era Michi, cuyo nombre secreto probablemente haya sido Michilina, o Stirofusa o Cambimboba, lo cierto es que no lo sabemos. Junto a ella nos presentó a sus hermanos, que fueron y son solaz y amor derramado de Chela, tiabuela, abuela tia, cuyo nombre secreto es, sin dudas Teté y de Poly, cuyo bendito recuerdo perdura en todos los que la conocimos. Una buena persona. Lo cierto es que Michi una gata hermosa y dignísima, cazadora de palomas y zorzales, dadora de amor infinito, charlatana y silenciosa. Guardiana pretoriana de nuestro principito, y celosa de cualquier felino que osara poner su garra en sus dominios, nunca dejó de cuidarnos, sea buscándonos cuando estábamos tristes o simplemente reinando, digna, en sus rincones favoritos. El tiempo es lo único que no retrocede, y la vida recorre ese vector de forma unánime, sin fisuras, sin pausas, sin errores ni rencores. El tiempo y la vejez nos recorren el alma, desde el mismo instante en que nacemos, porque cada instante estamos mas cerca del fin, y esto es inevitable como el día, inevitable como el amor, inevitable como la propia conciencia. Somos seres de tiempo, y los gatos, también. Michi se nos fue, esta mañana algo cálida, antes de que salga el sol. Se nos fue Michi, una gata muy poco común, curiosa, educada, cariñosa, capaz de interpretar los estados de ánimo de las personas que la acompañaron en ese pedacito de tiempo prestado a la eternidad, que fue su vida. Larga vida, algo así como 18 años, plenos, felices, divertidos, cazando palomas, pajaritos, algún roedor ocasional, manteniendo a raya a cualquier otro felino que pudiera competir por el amor infinito de mis hijas por los animales y manteniendo a raya al abusivo profesional que quiso, y no pudo, ser Mushu. Se fue en paz, sin dolor, sin sufrimiento, hace dos semanas uno hubiera apostado a que esta gata particularmente hermosa, se dirigía a cumplir los 20 años, sin mayores sobresaltos, pero la vejez es inexorable, y sus riñones dijeron basta, el deterioro fue inevitable, aun con los veterinarios que intentaron lo mejor que pudieron, hacer que remonte ese Everest que es la vida, que por mas alto que sea, tiene un final. Un párrafo aparte merece el amor y la condescendencia que tuvo Michi con Tomer, jamas, pero jamas le rehuyó a sus poquisimas pero significativas caricias, y siempre se apostaba en un estratégico rincón desde donde controlaba que Tomer nadara como corresponde. Nunca voy a olvidar las primeras veces que Tomer se aventuraba solito en la pileta, Michi rondaba, preocupada, por el borde, maullando y moviendo la cabeza. Y cada vez que Tomer se sumergía, Michi estiraba el cogote y no dejaba de mirar hasta que la cabecita roja aparecía, victoriosa y sonriente, sobre la superficie del agua. Va nuestro homenaje y nuestro agradecimiento a Michi, a su nobleza, al amor infinito que nos brindara, a todos y cada uno en esta familia que hoy, aun en el dolor, celebra su vida. Te vamos a extrañar Michilina!!!