Wednesday, December 25, 2019
Los Buenos y los Malos.
Los buenos, los malos, nosotros, ellos, los otros, los unos, los dos, los tres, cada uno y cada otro, en sucesión y en orden de prelación, somos o no somos, lo cierto es que en cada persona, en los últimos veinte años, se ha producido una determinación clara sobre el otro. Nos definimos por el otro, por lo que no queremos o no somos. Unos son antiliberales, otros son antisocialistas, algunos son antiperonistas, otros antimacristas, pero todos, todos, son antialgo. Los buenos, los malos, nosotros, ellos. La normalidad se define por la anormalidad, decía Foucault. Nunca en la historia de posguerra el ser humano se vio tan compelido a definirse, dentro de sus sociedades, por uno o por otro, por ellos o nosotros, por los buenos o por los malos. Hemos abolido los grises, hemos abolido la duda. Aun ante la evidencia de que todo es duda y grises, preferimos abrir un abismo, que ensancha sus márgenes, minuto a minuto. Tan lejanas están esas orillas, que de una a la otra no se ve, no se distingue, la figura humana, solo bultos, solo siluetas borrosas que podrían ser o no, personas. Por lo tanto, no tengo seres humanos en el otro lado del abismo, sino sombras.
La grieta que casi en todo el siglo XX, se corporizo como lucha de estados nacionales, se trasladó a los grupos humanos, con diferentes factores, condimentos y razones y, ciertamente multiplicada, porque afecta, incluso a familias y amigos, en una suerte de divisor insalvable. Se horizontalizó el divisor. Se atomizó el divisor.
Por ello, en uno y otro lado del abismo, se producen fenómenos similares, quizás diferentes en intensidad, pero definitivamente son similares. Existe corrección política en uno y en otro lado de la brecha, de la grieta, del abismo. Son igualmente denostados, en ambos lados, quienes demuestran tener un espíritu crítico, un espíritu libre. El abismo atraviesa la especie humana. Es en cada lugar, en cada sociedad, en cada grupo de personas, que se observa la división.
Notable contribución de la democracia a la convivencia humana es la libre expresión de las ideas. Sin embargo, esta idea, hoy, se encuentra bajo violento ataque. No podemos decir lo que pensamos, no podemos usar el lenguaje de manera libre, no podemos opinar, no podemos disentir. Solo podemos, maquinalmente, proferir los dogmas del lado dominante de la grieta y si nos definimos por el lado de la libertad, seremos silenciados a fuerza de amenazas sobre nuestro trabajo o, incluso, sobre nuestra libertad ambulatoria o integridad física.
Está claro que hoy, existe una dicotomía insalvable entre los que pensamos que el derecho a la libertad es sagrado, por encima aún al derecho a la vida y al derecho a la igualdad. Pues solo vale la pena estar vivo en tanto libres, y solo se puede aspirar a la igualdad, desde la libertad, pues las cadenas son la madre de la desigualdad más perversa, la que es impuesta desde el poder político absoluto.
Está claro que el Ser Humano va derechito a estrellarse, nuevamente, en el inmenso y macizo muro de la intolerancia más absoluta, pues cuando desde una orilla no se ven seres humanos, sino cositas pequeñas que se nos hacen monstruosas, inevitablemente vamos a deshumanizarlos, y la humanidad ya ha visto las consecuencias de la deshumanización de grupos enteros de individuos. Pregúntenle a los judíos, a los gitanos, a los negros, y a muchas otras minorías…
La lógica opresores- oprimidos está completamente viciada de falsedad, y su extensión a cada aspecto de la vida refleja un autoritarismo, desprecio y descalificación por el otro, que solo puede banalizar el concepto. Así, cuando se define como opresor a cualquier hombre, blanco, heterosexual, por el solo hecho de serlo, volvemos a nadar en las aguas negras y hediondas del nazismo.
Igualmente, cuando se banaliza o se minimiza el sufrimiento y la limitación humana, desligándose completamente de la suerte de millones y millones de desposeídos, tildándolos de improductivos, o vagos, o lo que sea que descalifique al excluido, se incurre en una deshumanización ridícula y cruel del otro que no pudo, no supo o no quiso completamente, hundir sus pies en el barro de la competencia económica.
La deshumanización del necesitado, del pobre, del ignorante, es completamente opuesta al legado liberal, al legado iluminista y moderno, pues es en ese momento brillante de la historia del pensamiento, en el que la persona se convirtió realmente en individuo por lo que es, y dejó de ser definido por su pertenencia a determinado grupo.
Como nos encontramos frente a tiempos antimodernos, hemos vuelto a ser identificados solo por la pertenencia a grupos identitarios, al mas puro y rancio estilo medieval.
Abolimos el mérito, abolimos la libertad de expresión, abolimos el libre albedrío, nos sujetamos al determinismo genético e identitario, y por lo tanto nos garantizamos así, el paso al siguiente estadio: la pérdida total de la libertad.
Los buenos, los malos, los unos, los otros, todos coartados, minimizados y coaccionados, silenciados y condicionados. Todos bien jodidos.
Sunday, May 26, 2019
DESHORAS
A mi siempre, desde muy muy pequeño, me encantó levantarme los domingos a las cinco de la mañana, sentir el pulso lento de una ciudad que no se va a despertar hasta dentro de un buen rato, ir despejando la semipenumbra con alguna mortecina lamparita que no joda a la familia, amortiguar cada sonido, aun el de la vuelta de pagina de algun libro oloroso y que, invariablemente, sale de su arrumbe en esas horas de soliloquios y cavilaciones. La astuta tirania del cronómetro, que desgrana sus tiquitaques pausados y mas lentos, me permiten descifrar el momento exacto en el que nos apabulla la salida de un sol casi invernal, impunemente bello y reconfortante. Una turbamulta de intereses me descoyuntan el alma, quisiera dividir el tiempo, leer con fruicion poesias surgidas de los antros del espiritu de personajes torturados, bucear en la densidad y curiosidad del ensayo, o lisa y llanamente desplegar alguna novela inmensa de algun autor ruso que discurre su ser, su corporeidad proteica, en papel biblia, abierto al azar en cualquiera de sus paginas que resultaran eternas, porque son el alma humana. Es hora, tambien, en el que se miran los pronósticos de los vientos, o de las lluvias, porque esta hora, iniciática, no perdura y un estado diferente del espíritu, menos melancólico y buscón, se adueña de la realidad. Es hora del mate, de la primera mirada al diario, hoy en la insidiosa lucesita mendicante del celular, que pide, sigiloso e imperativo, ser abierto sin mas trámite. Es tambien, hora de definiciones, la salida del sol nos aleja de las trapacerías intelectuales cuasi nocturnas y nos acerca a las esperanzas del dia, la sonrisa de mis hijas o alguna mirada significativa de mi chiquito. Sin dudas, la duplicidad evidente entre los arrobos de la noche moribunda y el dia nonato, arrebatan mi alma y me llenan de una alegria algo inexplicable.
Thursday, April 18, 2019
Metal y Fuego
No se descubre fácilmente un arte, quizás lleve un instante, quizás una vida y solo cuando somos ya maduros, grises o plateados, vemos en una pincelada, un collage, una forma de ordenar el universo, de matizar con reveses nuestras existencias ya definidas por el tiempo, que es tirano y nada sutil. Quizás alguno encuentre en nerviosos trazos sobre una tela una expresión que libere el alma de las múltiples ataduras que nos vamos imponiendo con la mera existencia, quizás la escultura, quizás la escritura, a la que soy tan pero tan afecto. Escribimos, pues somos.
Sospeche que algo me unía al metal cuando hice consciente una compulsión que me embargaba desde muy chico, cuando descubrí que aun sin hacer nada con él, acumulaba los trozos de metal que encontraba en la calle. Un tornillo, una tuerca, una cadena o una planchuela carcomida por el embate implacable del óxido.
Imaginaba los portentos en los que ese trozo podría convertirse. Lo palpaba, lo sopesaba, miraba, con absoluta incomprensión, pero con reconcentrada furia, su espesor, su dureza y su potencial.
No existe persona que el metal signifique algo para ella, y que el fuego no signifique casi lo mismo, quizás mas.
Desde las proteicas fogatas en el medio de mi habitación, hasta las imposibles piras en la playa, en la que mis infantiles manos juntaban ávidamente todo vestigio de leña para ser sacrificado en las llamas hagiográficas que parecían querer ascender hasta el confín del universo. Una mirada sacra, una mirada fija y ensimismada en pensamientos siempre algo lúgubres, algo premonitorios y siniestros.
El fuego y el metal, elementos bajo la jurisdicción divina, amparados en la penumbra del dolor en el descuido y la iniciación, son perfectos complementarios, perfecta simiente civilizadora y al mismo tiempo, destructora. El fuego y el metal me llaman desde que era un niño, en el que calentaba al rojo algún hierro hallado, y lo observaba fijamente tratando de deducir el misterio creador, el misterio inicial, el misterio de la existencia de la materia.
Las hojas de metal, las hachas, las espadas y los cuchillos, aun cuando nunca deje de admitir la superioridad absoluta del arma de fuego, siempre me subyugaron. Recuerdo con meros trece años haber comprado, con mi dinero, un hacha. Mi primera herramienta.
Nótese que el hacha y sus variantes, tienen siempre como objetivo no bélico, la provisión de leña para alimentar al fuego… El fuego proteico, el fuego creador, modificador de la materia.
Lo cierto es que hace unos meses, comencé a realizar cuchillos, primero con las toscas herramientas que tenia para ello y luego adquiriendo, modificando y creando, herramientas especializadas. No es que fueron cuchillos los objetos de mis primeros experimentos, ¡sino un hacha!
La satisfacción profunda que sentí en el mismo instante en que terminé, realmente terminé, mi primer cuchillo, con su cabo, con su alma perfectamente definida, me indicó que estaba por el buen camino, que el forjado, temple y revenido eran procesos que afectaban el alma, la modificaban.
La metalurgia es un arte ancestral, profundamente civilizador, sagrado, iniciático y creativo, tanto, que el calor del metal, las chispas del desbastado, el fuego de la fragua, el golpe hacedor del martillo, el yunque como receptor del golpe, de la fuerza modificadora, no solo afectan al propio metal, sino al alma del herrero.
No es posible sustraerse a la magia forjadora, a la soberanía del fuego como poesía de la existencia, no es posible abstraerse de la similitud del ritmo del forjador y el latido del corazón.
Esta claro que no puedo dejar de lado la victoria del Homo Faber, el Homo hacedor, y aun en la ilusión sobrehumana de esa creación, pues la hoja, la espada y el cuchillo semejan al rayo divino y creador. Somos mas que humanos, cuando de nuestras manos surgen los elementos que modifican la realidad última de las cosas.
No se me escapa la naturaleza demiúrgica, la naturaleza primordial de la experiencia del metal y del fuego, no se me escapa la vinculación profunda que existe entre el canto, la poesía y la creación de cosas, que en muchas tradiciones son precursoras, la palabra preanuncia la cosa creada, la cosa fabricada por la mano humana. Los Vikingos “cantaban” la creación de sus maravillosos barcos, y solo después las manos pulían la madera hasta que la forma quedaba al descubierto, pues la materia contiene todas las formas y solo las palabras y los cantos adecuados, la descubren.
Es el canto y la palabra, hecha materia, es el metal, es el fuego, es el propio cuerpo y alma que trasmutan en una realidad mejor.
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