Monday, December 03, 2007

La Espera

Neguev, arena, viento, arena, sol, aburrimiento, arena, arena, arena...
Espero en la oscuridad caliente de mi carpa, el viento agita las pesadas lonas dejando pasar densos haces de luz, el polvo se arremolina y se desparrama rodeándome.
Tras la colina yace Dimona, una pequeña ciudad en el desierto. Refugio de ladrones y criminales. Ciudad fantasma, golpeada por un sol bestial, incompasivo. El aire cargado de polvo es irrespirable. Otro planeta.
Un ensueño se adueña de la realidad frágil que me rodea, como si dos personas estuvieran en la escena, una yace inerme frente a lo inevitable y la otra observa, como un pájaro secreto, que aletea silencioso por entre las columnas de luz...
Los sonidos llegan como con sordina, la imagen ya entrevista desde mucho tiempo atrás se abalanza con decisión perversa.
Al principio hice esfuerzos para sacudir esta pesadilla de mi alma. Camine vigorosamente, más rápido, cada vez mas rápido, para terminar corriendo. A veces pensaba con claridad, con marcado énfasis y apasionada prisa, como si temiera la irrupción de uno de esos accesos de terror que me paralizaban y me llenaban de miseria. Al principio mis pensamientos tomaron un giro abstracto y general.

Sueños oscuros me atormentaban de noche. La frecuencia e intensidad de esos descabellados interregnos de sinrazón y violencia me comenzaron a perturbar, un pequeño pero significativo paso dio comienzo a la tortura que estoy sufriendo ahora, las imágenes retornan a la luz del día, sin la fuerza y convicción que adquieren en el reino tenebroso y oscuro de la noche, como mostrándose en fogonazos de claridad enceguecedora; y cuando trato de penetrar la luz agobiante, desaparece dejando un rastro vago y amenazador.

Mis ojos se clavan en las vigas del techo de la carpa, recorren con minuciosa tristeza las pequeñas manchas de la madera carcomida.
Los pliegues de lona esconden pequeños, pero bien guardados secretos, de murmullos en la oscuridad y la protección de la noche, de terrores, de juveniles obsesiones, de amores lejanos.

Una luz lejana titila en mi memoria, aparece tibia y singular entre la maraña desaforada de mis pensamientos, y me conforta y me arrulla en la cálida dulzura de la inconsciencia, aunque sea por un minuto, el ruido se acalla y concilio el sueño.


Los sonidos familiares me traen de vuelta a la realidad, voces entremezcladas, sombras alucinadas que se desplazan frente a mi, y no logro distinguirlas del todo. Una mano firme me sujeta de un hombro y me sacude con fuerza, una voz amiga me llama por mi nombre y como enfocándolo con una lente lejana logro verlo. Por supuesto que el no se da cuenta, solo piensa que dormito...
Escucho las palabras vacías que se pronuncian, el duro y áspero hebreo raspa las gargantas. Observo, sin embargo, que las expresiones de los rostros no son torvas, al contrario revelan un infinito cansancio. Miro minuciosamente las caras tostadas por el sol del desierto, el polvo acumulado en los pliegues jóvenes las hace parecer miles de años viejas, a pesar de la intensa vida de los ojos. Las manos agrietadas y sucias descansan quietas en su mayoría, es curioso, como si tras la mascara del polvo y grasa, se escondiera una tranquila resignación de todos los siglos de lucha y desesperanza.

La mayor parte del día había transcurrido y el sol alargaba las sombras y las enrojecía, el desierto giro sobre si mismo y todo pareció acercarse en un juego de luces y sombras, como si el día quisiera despedirse en una múltiple y terrible explosión de belleza.
Las nubes tenidas del polvo del desierto se arremolinaron en el ocaso y se apagaron lentamente, oscureciéndose contra el cielo naranja.
La noche se adueño del páramo, el viento ceso su aliento de horno, un frió y silencioso manto de oscuridad, solo roto por ocasionales resplandores de algún campamento beduino en la lejanía, se instaló, sigiloso, bajo el cielo límpido.

Cada estrella, cada constelación, enviaba su pálida luz a través de millones de años e iluminaba ese pedacito pequeñísimo de universo, una sensación indefinida de desaliento me arrullo, transportándome a un mundo de sombras profundas, vacío y cruel, en un parpadeo de veloz y perfecta sincronía un sueno se deslizo bajo la mirada implacable de mis ojos.

Una tenebrosa bandada, bajo un cielo negro, como un tenebroso agujero, herida estelar, sincronizaba sus latidos rítmicos y profundos con el sordo graznar de una milenaria garganta.
Desperté antes del amanecer, estire mis músculos entumecidos y observe a mi alrededor, otras caras legañosas se volvieron hacia la luz y maquinalmente saltaron de sus catres, con sistemático desden se vistieron rápida y eficazmente, los quejidos de los mas remisos se transformaron en gritos de urgencia ante la orden del oficial.

Salí de la carpa y me dirigí a los lavabos, las pisadas resonaban en el suelo seco. Otro día, quizás una singular tortura, quizás la preparación para lo inevitable. Refresco mi cara con el agua mezquina del tanque, sacudo mis manos con energía tratando de escurrirlas del líquido.

A través de la transparente Mañana transcurro la letanía de ordenes, gritos y restallidos, la apacible llanura desértica, rota aquí y allá por estribaciones de filosas montañejas, cambia su color terracota matinal por un intenso blanco enceguecedor. El calor eleva espejismos por todas partes, camino hacia la carpa del capitán, una cara extrañada me escudriña a través de unos lentes redondos, su rostro me recuerda a una abuela mas que el de un guerrero curtido por varias guerras y guerrezuelas. Al cabo de la parca reunión, donde expresé mi deseo de alejarme, me retire tan silenciosamente como había llegado, fortalecido por el extremado convencimiento de hacer lo correcto, aun cuando sentía dentro mió la inevitabilidad de mi destino de victimario, trataba por todos los medios de desviar el curso del horror agazapado y vinculado con unos abismos incalculables, de los cuales parecía entrever en ocasiones, la verdadera naturaleza de mi terror.

El camión se balanceaba traqueteante por la ruta, castigando nuestros riñones y adormeciéndonos sin poder evitarlo.

El desierto se desliza sin pausa bajo las grandes y toscas ruedas transmitiéndonos las irregularidades del camino, un pensamiento cruza mi mente con la pereza de un amanecer nublado, solo un pensamiento a la vez, una incapacidad atávica me invade. La llegada al limite nos despierta definitivamente, los ojos de mis compañeros y supongo que también los míos adquieren un brillo extraño, maquinalmente recorro con la vista todos los recovecos al borde del camino temiendo las bombas al borde del camino, que tantas vidas costaron.

El paisaje es contrastante, profundas quebradas y tupidos bosquecillos, campos sembrados y aldeas con sus almenares. Un grupo de campesinas inclinadas sobre los surcos de un campo de hortalizas no interrumpe su labor, el paso de camiones militares es cosa corriente en esta parte del mundo.
El sol esta alto en el cielo, y nos acercamos a nuestro destino, la ciudad de Sidón, el profundo valle que nos lleva a la costa desciende casi a pico y el mediterráneo se abre ante nuestros ojos, una pequeña llanura es el preludio del mar y en ella una ciudad. El frenazo del vehículo me sacude, desciendo rápidamente y nos dirigimos al patio interior de una estructura típicamente militar, las paredes de cartón prensado le daban un viso de permanencia, en comparación con las carpas a las que estamos acostumbrados.
Amontonamos el equipo en el centro del patio y agrupados informalmente, el capitán nos informa de nuestra misión, rápidamente nos instalamos en las estructuras y un grupo es destinado inmediatamente a vigilancia, otro grupo se ocupa de las armas, y otro grupo, mas pequeño, organiza un reconocimiento.
Por un momento recordé los acontecimientos de esa noche, la orden seca de partir, las luces y los helicópteros, el fragor indescriptible de la urgencia, y la incertidumbre que poco a poco da lugar a una eufórica designación, solo entonces uno se da el lujo de pensar, y eso estaba haciendo en ese mismo instante, mientras observaba desde la torre de vigilancia del sur, el naranjal que llegaba hasta el borde del campamento y el mar increíble que lamía mansamente la costa de arena blanca.
Una miríada de pequeños botes flotaba en la ensenada, de tanto en tanto, una figura se incorporaba y lanzaba una red circular, el ruido sordo de la red contra en agua resonaba en el mar hueco.
En el horizonte, no muy lejos, tan solo unos cientos de metros estaba la Kasba y el puerto, con sus minaretes y las antiguas murallas, construidas por los turcos hace quinientos anos.
Un lamento se eleva en el aire con majestuosa lentitud, de los cientos de torres almenadas, un cántico surge de los siglos y se queda allí, flotando en el aire, presa de un súbito y singular apasionamiento, la convocatoria al rezo es unánime, el eco producido por las distintas distancias es sobrecogedor.
La letanía se convierte en fogoso llamado a la rebelión, las palabras llegan a mis oídos rodeadas de clamores, como si una turbamulta se dispusiera a atacar, solo que sabíamos que era imposible que sucediera, lo mas probable era que otro suicida se lanzara con un camión lleno de explosivos contra nosotros...
C. se recosto, indolente, sobre el duro catre. Los pensamientos lo asaltaron casi inmediatamente, hecho una mirada deliberadamente inquisidora sobre el resto de los allí presentes, se detuvo sobre los detalles mas insignificantes, un botón suelto, una mancha de grasa...
La conversación no lo atrapaba, pero dedicaba frases inconexas, no demasiado pensadas.
La intrascendencia de la conversación lo sumió en un sueno liviano.
Los gritos y los pitazos los escucho cuando ya se hallaba a medio vestir, automaticámente se acordono las botas y se lanzo al patio de armas, como siempre era uno de los primeros, jamas dormía profundamente, y por eso el brutal despertar no lo perturbaba, sufria al ver a los otros salir lagañosos y desprolijos, con los ojos heridos de luz y cansancio.
Los gritos de urgencia de sus compañeros que apuraban a los mas lentos hendían la noche helada, los reflectores iluminaban con maniacal violencia el pequeño espacio fuera de las carpas, creando con el vapor de las respiraciones fugaces figuras de cristal.
La voz cortante de Ioram termina de despertar a los mas dormidos, su dicción cablegráfica y monocroma, acentuándose solo en ocasiones, les llega con inusitada efectividad. Solo veian una sombra recortada contra la profundidad del desierto, ya que siempre se situaba fuera del campo de luz.
Con seca determinación nos movemos a través de la noche atacados de una locura de urgencia y recóndito temor.
Un sordo pac-pac nos llega a través de la oscura y siniestra noche, a medida que se acerca, su sonido nos aturde y el polvo que levantan las aspas se mezcla con la luz blanca de sus reflectores y los del campamento, una cortina irreal que nos enceguece y ahoga, los preparativos se completan en poco tiempo, los helicópteros nos tragan en su panza, atiborrados de equipo, se elevan y se introducen en la noche.

EMBOSCADA

Avanzaban en la penumbra como fantasmas, solo el rudo roce de las ropas, los pasos sordos, las respiraciones entrecortadas, un paso delante de otro, la tierra pesada se adhería a las botas, haciéndolas un tonelada mas pesadas.
Las sombras se deslizaban entre los cultivos, las terrazas, un paso delante de otro, el sudor frío se acumulaba en las cejas, el peso en las correas corroía la piel de los hombros. los dientes apretados, la mente en blanco, los pies que ya no se sienten.
Un kilómetro mas, y otro..
El pelotón avanzaba, veinte pares de pies y un solo cuerpo y una sola mente, es en ese momento que toda individualidad se pierde, se actúa como un organismo.
El tiempo ayuda, no hace calor, solo el barro acumulado bajo las suelas dificultan el avance.

La salida a una emboscada estaba llena de rituales, solo los mas experimentados podían entenderlos. Lo primero, la vestimenta, todos los soldados se abrigaban lo suficiente como para pasar una noche entera en un solo lugar, inmóviles. Por otra parte todos los brillos se enmascaraban, los relojes, las placas de
identificación, todo metal brillante se eliminaba.
La segunda parte del ritual era la danza, cada soldado saltaba con el fin de descubrir si algún metal hacia ruido, o si las cantimploras estaban perfectamente llenas, ya que si no lo estaban, el ruido del agua, en la noche, sonaba como una catarata. El examen se completaba con hacer sonar la cajita de fósforos que era parte del equipo de cada uno, se suponía que no debía hacer ruido.
Solo después de una detallada revisión se lanzaban en la noche y la oscuridad se aliaba en la destrucción.

Solo en un rincón de su conciencia le quedaba espacio a C. para observar lo que lo rodeaba. La luces tenues de las aldeas le daban una idea aproximada de la distancia recorrida.

Había poca hierba y al cabo de un rato desaparecieron arboles y arbustos, y de los que habían muerto mucho tiempo atrás solo quedaban unos troncos retorcidos, rotos y ennegrecidos. Habían llegado a la desolación del Dragón, su poderoso aliento no solo destruía, sino que acababa con toda posibilidad de vida. Ese pedazo de tierra calcinada era usada una y otra vez como escenario cruel de una guerra absurda, el Dragón...
La fuerza llego al lugar de la emboscada, inmediatamente se organizo un sistema de emboscada en estrella, cada soldado se tendía mirando hacia un punto cardinal, entrecruzando sus piernas con los compañeros a su lado, con el fin de comunicarse en el mayor de los silencios.
La red se tendió en segundos, el silencio volvió al oscuro páramo, el tiempo sin pulso se deslizaba, malicioso, en los huesos entumecidos por la posición y el suelo frío.
La horas pasaban, y el cuerpo dolorido ayudaba a acelerar el ritmo de los pensamientos que comenzaban a bailotear, salvajes, por las mentes. La tierra del lugar no era exactamente cómoda, a pesar del uniforme y el abrigo extra que se traía en las mochilas, cada pliegue del terreno se incrustaba en las costillas y las piernas.
Los ojos brillaban buscando el mas tenue de los movimientos, el roce mas leve crispaba nuestros oídos y nos tensaba como arcos dispuestos al disparo.
La silueta irregular e informe del horizonte amenazaba posibles enemigos.
Nada se movía en el yermo y de cuando en cuando un negro cuervo sobrevolaba, ominoso, lanzando asperos graznidos.
Como al margen de la increíble escena de soldados al acecho, en la noche, la mente de C. estallaba en una miríada de flashes de recuerdos, de imágenes, siniestros pensamientos, de perdida, de muerte, de sangre. Sin embargo los caóticas pensamientos se ordenaban como un rompecabezas, como si después de una cacofonía ancestral, el silencio purísimo.
Una grieta en la realidad, por la que se colaban los mas primitivos sones, le llenaba el alma de violencia.
Con esos pensamientos tenebrosos, la tensa espera se quebró en pedazos, no podía pensar, el sonido seco y sibilante de los disparos, su propia alma tableteando entre sus dedos, sus ojos buscando avidamente un blanco, su cuerpo tenso, como esperando la herida mortal, pero no podía pensar, no lo habían entrenado para eso, no le hicieron repetir los ejercicios mil veces para que los razonara, sino para que los hiciera. Se dejo llevar por la violencia ciega del instante y se abandono a sus instintos.
Siempre el silencio que sigue a una refriega es chocante, unos instantes de espera y luego a comprobar la sangrienta cosecha.
Un cadáver en la noche siempre parece menos humano.
La oscuridad borra los charcos de sangre y la tierra ya saturada de sangre libanesa se traga los restos de los muertos.

Monday, September 24, 2007

A proposito de Quebracho


Bueh, retorno después de unos días de suave remoloneo en otras realidades y en una charla de amigos por internet sobre Quebracho realicé los siguientes comentarios: esos no son nada, están tan infiltrados por la federal y los servicios que en realidad sólo sirven como provocadores y los hacen decir cosas pour èpater le burgeoise, los hacen taparse la caripela para que la gente se asuste y pida: mano dura con estos izquierdistas!!!

MENTIRA, son tan de izquierda como Biondini, algunos de ellos son borregos que les encanta sentirse "duros"... y como ser skinhead no es para cualquiera, se meten a quebracho...

Quebracho es el lado oscuro de la política, el instrumento del propio estado, perverso, para exacerbar determinados intereses en el momento en que les conviene.

La mayoría son carne de cañón, son ignorantes que les encanta la mística del kefieh y la molotov, del pasamontaña y de la pancarta, de la clandestinidad y del compromiso ideológico. El pastiche es tan, pero tan heterogeneo que quebracho podría ser confundido facilmente con un grupo de ultraizquierda...son solo una pústula que siempre estuvo, con diferentes nombres, con diferentes atavíos, pero siempre tuvimos mano de obra disponible, en forma de inútiles que pululan, tímidos, primero por la ultraderecha, bucean en las galerías del microcentro mirando librejos y militaria vencida, y cuando un gil con dos dedos les "explica" el mundo o se calzan las botas con punteras de hierro y se rapan o se dejan crecer la barba pedorra, morral y kefieh al cuello, todo ello ostinato rigore...parecen contrarios...no lo son, los skinheads y quebracho se nutren de los mismos salames, de los mismos tipos que no pueden prosperar en nada, se nutren del dolor y la frustración y la estimulan en sus miembros. Nada de estudiar o trabajar...nada de futuro, revolución o muerte!!!! la mejor forma de justificar el fracaso.

Usan alegorías enclenques para exasperar y justificar el odio generado por su propio fracaso. Usan una lógica resbalosa para que la nada y el disparate asuman el rigor de postulados ideológicos.

La suma de sus tonterías, son el desatino llamado quebracho.

No me preocupan ni me asustan.

Sunday, October 22, 2006

Desierto


En la noche, las constelaciones
exhiben sus joyas con la lánguida concomitancia de esa tierra,
en la hora iniciática de una segunda, demorada
ansia de retorno.
Alteraciones en los volúmenes,
en las dimensiones, lejos y muy cerca de la nebulosa industrial, como mirar la muerte de frente, con añoranza, abandonado al goce, infecundo y aspero de lo inmensurable.
La muerte horizontal del desierto.
El paisaje es avariento,
con la nostalgia de lo aniquilado por innumerables golpes
de sol y luna.
Es curioso como el espíritu puede recrearse ante un paisaje que a primera vista parece estéril.
En poco tiempo la memoria recobra el compás, con las primeras estribaciones de las montanas.
Recreando en cada paso el goce sutil de la existencia animal,
viajar es victoria,
dice el antiguo proverbio árabe.
Llevado por la emergencia avasalladora del ensueño desértico,
escruta el horizonte,
donde se dobla el tiempo,
y las almas trasmutan,
con intensidad desconocida en otras partes, en un siniestro desden por la existencia.
Estoy perdido en la experta configuración de los planos,
en el mar ocre de superficie rugosa,
se definen contra las crestas de las dunas, envueltos en negras túnicas,
los fantasmales habitantes,
Imbricados en las horas
y las lunas,
acechando el paso de lo incontable,
quemados por el silencio,
calcinados por el sol
despótico,
inmisericorde.
En la desmesura del llano, siento una súbita plenitud, como un anonadamiento, dueño del aire, de la luz.

Wednesday, August 23, 2006

Zozobra

Acaso en un recodo del recuerdo
errático, amorfo y silente,
herrumbrado por la noche latente
mansamente limado
por los años,
por el hedor de los años.
Un rastro cómplice,
pródigo.
Un chorro de música
hedionda
rebasa el irrisorio contenido
y cae en los dulces rincones
a cambio del secreto
de la sacrílega permuta.
Jadeante, un apego furtivo
resbaló en la sordidez
de la virtud
y un grasiento vaho
de zozobra
empaña el dolor y el gozo.

Dudas

Pues bien, tratándose de inclinar la balanza frente al desmedido afán de conservación, C. caviló largo rato.
Analizo minuciosamente los nuevos e inquietantes signos.
La habitualidad de las alucinaciones, que lo conducían a un estado de semiparanoia, intolerable escisión que lo desgarraba. Por otro lado las fuerzas interiores que parecían haberlo endurecido por dentro lo abandonaban poco a poco, conforme la sucia guerra que lo envolvía por dentro y por fuera lo manchaba con su sangrienta roña.
Aquella noche, mientras caminaba sigilosamente en las calles de la kasba, aterido de frío y de temor, un fugitivo pensamiento se insinuó, perverso, entre la maraña de los profundos estratos de conciencia.
Acaso se trataba de su propia muerte?
Era difícil saberlo, abstraído en su propia supervivencia, en un demente y violentísimo estado de cosas.
Sin embargo, advirtió que la insensatez de los sueños y alucinaciones tenían una simetría, perversa si se quiere, como si una respuesta ante lo inevitable se dispararía, como una flecha certera, ante un blanco atroz.
Se sintió estúpido, la suave brisa glacial le refresco el rostro y unió su mente con su cuerpo, aquel extraño instrumento, afinadísimo, cruel.
Con aviso de la apretada realidad, un indicio, por chiquito que sea lo conducía sin dudarlo a la mas cándida de las alegrías. Como despertar de un largo y pesado sueño, solo indicios, una mirada,
una fugaz sonrisa de alguien que quizás no comprendía ni una palabra, no entendía o no podía darse a entender, recordó mordazmente.
Arrugo el papel sin que se le ocurriera nada, un vació se apodero de sus silencios, como raspando en las sólidas rocas de su atribulada y pequeña humanidad.
Aunque pensó que ensuciando un poco de hojas de tinta y palabras sin significado ni trascendencia iba a desencajar el siniestro laberinto que su propia necedad le tendió, como una telaraña.
Y empezó a pensar en boludeces, como que tal si ponía un poco de orden en sus cosas ya ordenadas obsesivamente, etiquetadas y embolsadas... se pregunto de donde sacaba tiempo.
No podía ser de otra manera, como si repitiera ritualmente día tras día las mismas preguntas, las mismas insoportables respuestas, automatizadas.
El paisaje escueto del catre se redujo a un revoltijo de frazada, sabana, bolsa de dormir y un inconfesable hato de sueños.
Pero lo que lograba era infinitamente humilde, apenas una fracción de milímetros hacia la meta.
Se percato del insidioso mal que lo invadía poco a poco, como un cáncer que se le metía en las entrañas probando de su carne y, ávido, continuaba en busca de mas.
La melancolía y la indiferencia.
El abismo de la pasión, el exterminio, la lucha por imponerse al Mal.
Por ese mismo medio, fuego con fuego, solo para producir mas incendio mas dolor mas muerte.
Un silencio cayó sobre su alma, como una luz clara que invita a seguir por la senda iniciada.
La resolución se insinuó pegajosa como un bicho molesto que insiste en rondarnos la cabeza, insidioso, letal, aunque pequeño y repulsivo...no tardo en darse cuenta de que la resolución adquiría forma y la anunciada y temida vuelta se trastocaba en una huida hacia delante.
Se veía a si mismo sumido en una profunda y agotadora marcha, donde cada paso nos alejaba cada vez mas de nuestro objetivo, se veía a si mismo ensimismado de la mas absoluta soledad, la que uno tiene cuando se halla en medio de la gente.
Quizás no tenía muchas opciones, las alternativas que se había propuesto eran tan absurdas que la decisión de enrolarse sonaba a lógica, aun tomando en cuenta la cierta posibilidad de una guerra. No se arredro, sumido en la firme convicción de los aspirantes a muertos, y sin dudarlo, casi, reventó su blanda mollera contra el muro.

Imagino por un segundo la figura de si mismo, considerablemente reducida a un significado abstracto, como un numero, un calibre.
Calculó mentalmente una indescifrable clave y se replegó a esperar, agazapado en las sombras.
Una sucesión de imágenes sostenidas por precarias pinzas de lucidez, pasaba frente a sus ojos cerrados, o abiertos, no sabia.
La niebla sanguinolenta del amanecer envolvía su mente, y casi no distinguía los objetos más lejanos.
Perplejo, intento describir su naufragio interior.
Estaba dispuesto, porque se trataba de sacrificar prejuicios, de destrabar conciencias, y todo eso permaneciendo fiel a si mismo. Sin embargo se preguntaba si podía razonar debidamente.
Se sintió básico, como la lluvia, que ya comenzaba a golpetear los techos de lona de las carpas y formar charquitos en los rellanos.
La apariencia de seguridad, tras el verde militar se detenía frente a la cáscara de la realidad, desnuda, desprovista de todo adorno.

Encontró un exiguo rastro, errante quizás, pero comenzó a seguirlo, como un pulgarcito desesperado porque nota que le faltan eslabones, deliberadamente se extravió en las sombras de la casualidad, como un indiscreto y desapasionado investigador de lo oscuro.
Todo lo que tenia a la vista era un conjunto de claves, un secreto celosamente guardado en los arcanos de la conjetura, aunque no era la primera vez que recurría a la conjetura. En alguna parte, en algún tiempo, de no se cuando, la respuesta esta en un amasijo de palabras que nada decían.
Entremezcladas con las hipótesis mas descabelladas, aparecían nada mas que para ser descartadas al mas mínimo atisbo de una razonable duda, un numerus clausus de posibilidades?.
O quizás no, un número limitado de sinuosos razonamientos lo llevarían a la siniestra verdad.
Para tranquilizar su conciencia comenzó por lo que parecía ser el principio de toda deducción, la relación sucinta de los hechos tal como los recordaba, su memoria excitada perdía los planos de la diferencia espacial y enriquecía con sucesivas superposiciones de hechos e inferencias el relato.
Trato de meterse en sus propios procesos mentales, como un oriental ladrón de cuevas, invocando a cada rato el sortilegio que lo protegía de las trampas preparadas por el mismo, pero que no sabia a ciencia cierta cuando y como despertarían a la vida y le saltarían a la cara.
Lo mejor seria comenzar por el principio, las razones por las cuales en ese momento se encontraba en esa situación.
Recordó las noches en la biblioteca, investigando oscuros y pelilargos reyes Merovingios, exaltado, buscando en los anaqueles de la biblioteca de la Universidad, descifrando aquellas lejanísimas eras oscuras.
Recordó las conclusiones que vertía en sus monografías, justificando la bestial violencia desatada entre Neustria y Austrasia, quizás el Líbano de esa época.
Recordó el miedo al regreso, sus ansiedades, su soledad.
Pequeñas explicaciones.
Lo cierto es que ahora, en una zanja embarrada, se preguntaba porque, pero no el porque de tan miserable guerra, sino de sus profundos porque, de los motivos de tan radical decisión, teniendo en cuenta que nadie lo obligo.

Una parte de si se alimentaba en la oscuridad, de los restos que no podía digerir su cándida y atribulada conciencia, lo llevaba por atajos ilógicos, sumergiéndolo en heraclianos pantanos de mierda, y cuando se las ingeniaba para descubrir algún nexo, se lanzaba sobre el con avidez.
Sin embargo, los artificios que inventaba su mente para justificar sus divagues solo cubrían una lastimera parte de la verdad, la mas descarnada búsqueda de absoluto.
Y se equivocaba, retrocedía a tientas, solo para arremeter por otro ángulo, con mas fuerza, mas a ciegas.
En ocasiones, entretejía sus sueños, dibujaba imágenes de antiguos terrores, y luego desgajaba sin piedad pensamientos oscuros, donde todo surgía meridianamente, iluminado por los acontecimientos que descubría.
Sin embargo siempre desconfiaba, al cabo de un tiempo, ante la evidencia de nuevas e inquietantes revelaciones, dando por tierra las ideas que hasta ese momento defendía con cierta firmeza.
Fue en aquellos días lluviosos de Enero de 1980 que decidió viajar a Europa, siguiendo un derrotero marcado por las catedrales góticas.
Como siempre, comenzó en Paris.
Pasaba largas horas dentro de Notre Dame, escrutando los rincones, repasando sus notas sobre los significados ocultos de las imágenes esculpidas en profusos racimos.
Y entonces?
Entonces encontró otro leve rastro de lo que buscaba, aunque a esta altura justo es confesar que se dio cuenta de que en realidad era como si algo lo buscara a el.
Sin embargo, desorientado, dudo al principio, imaginaba al Gran Constructor, asignándole una Tarea...
No alcanzaba a discernir exactamente que.

El rastro, aunque casi imperceptible, lo condujo de vuelta a Israel, su periplo por las catedrales Europeas le avivaron un misticismo quizás frecuente en el.
No hubo un momento determinado de cambio, se dejo llevar por la marea imperceptible de la sinrazón.
La verdad lo golpeo como un puñetazo, algunos momentos se destacaban sobre los otros, como el momento en que descubrió lo profundo de su soledad, o cuando temió seriamente la locura.
En aquel momento solo la realidad de P. lo ponía en la senda de los normales, aunque a costa del inmenso sufrimiento de ella, que masticaba en silencio su frustración y su amor mal correspondido. No tardo en darse cuenta de la inutilidad de hallarse al lado de C. y emprendió una solitaria búsqueda de seguridad y afecto, que C. por supuesto no percibió, en realidad ni siquiera le interesaba demasiado.
C. releía Abbadon cada semana y tragaba grandes trozos de la carne mas podrida que pudiera imaginarse, sintiéndose responsable por cada palabra de su Biblia, viviéndola en Marcelo o Agustina, sin embargo su realidad cada vez mas complicada y difícil de descifrar, le amargaba la existencia. Nunca pudo, por mas que quiso, sentir Rayuela, a Horacio lo percibía tan pero tan marginal que no lo percibía, en el fondo no entendía del todo a la Maga.
Ahora se sintió practico y había decidido que algo radical tenia que concretarse. Ya que no alcanzaba a discernir su Papel, iba a buscarlo desesperadamente, a los manotazos, ya que de todas maneras sabia que el destino lo encontraría por mas que lo rehuyera o lo alejara de si como a un moscardón molesto.

Sunday, August 20, 2006

Bill Evans

Los acordes insomnes de Bill Evans lo arrastraron a un torbellino de incredulidades, la botella de alcohol a medio tomar contribuia a su estado general de animo, solo la compania vacia de otros seres informes le acercaban a una realidad de humo de cigarrillos, charlas de politica, añoranzas extremas de la triste tierra que quedo alla pero que esta tan aca, tan cerca de uno.
No podia dejar de preguntarse, y sintio una nausea, una repentina y profunda nausea, se precipitaba lo tan temido?, quizas era temprano aun.
Solo le restaba descifrar la intrinseca realidad de los signos que le eran enviados de tanto en tanto.
Tomo con su mano derecha un opaco vaso que contenia cognac, era inevitable, el aroma de la fuerte bebida le recordaba largas noches de zaguan con papel y lapiz transcribiendo oscuros versos de adolescente, con Alfredo, sintiendo cada letra y rebelandose con cada particula de su incomodo cuerpo.
Bill Evans dio paso, luego de una breve pero intensa batalla entre los nostalgiosos contra los colonizados, a una telurica y rimbombante Mercedes Sosa, heroina por esos tiempos entre los alli presentes.
Se dio cuenta de lo ridiculo que se sentia alli, en medio de las miradas desnudantes e inquisitivas, como siempre que retornaba del Libano por un breve permiso, sentia la reprobacion, como si todas las maldades de la guerra se concentraran en la persona, por cierto breve, de C.
La musica acallaba los inevitables ataques que ya veia venir, C. concentro sus esfuerzos en verse retraido e inalcanzable, no queria la confrontacion, sobre todo sabiendo que la discusion le haria mal, que le arruinaria las pocas horas de "paz" que le habian dado.
La primera pedrada vino de parte de Dany, su pasado de preso politico en la lejana le daba un caracter muy peculiar, jamas podia estar quieto, media las habitaciones con cuatro pasos precisos de ida y cuatro de vuelta, en diagonal.
Fumaba los cigarrillos chupando con fuerza, la brasa estaba casi siempre roja.
C. no se dio por aludido, aunque estuvo tentado de arremeter a patadas a su interlocutor, solo una ultima reflexion le impidio tal definitiva respuesta.
Pero ya sin benignidad alguna Dany iba dando senales de un vasto descontento, queria respuestas, queria reacciones , queria ver al soldado brutal justificando su mas brutal teoria, sus ojillos tras los gruesos lentes brillaban de regocijo al verlo acorralado, y sin dudarlo ni un solo instante se entrego con deleite a perseguirlo, a maniatarlo, a socavar con sibilina elocuencia los maltrechos argumentos que C. exponia sin ganas.
La noche se nublo de alcohol, C. levanto su embotada cabeza y con esfuerzo dirigio su mirada a la puerta, que aparecia lejana e inalcanzable como un instante de paz en su azorada tarde.
La corta caminata hacia su casa le aclaro un poco la mente.
Recordo que un oficial le habia hablado del estrecho parentesco que unia al sufrimiento con el odio, y esto explicaba la ferocidad de los ataques de Dany y quizas explicaba muchas de las terribles cosas que a diario se cometian en esa guerra, que nos carcomian el alma y nos hacia dudar de todo. Que paradoja! recordo su antiguo discurso y sonrio con una sonrisa torva.
Se sintio traidor, se sintio miserable, pero sabia que no existia ninguna posibilidad, lo supo cuando tomo la desicion de enrolarse, aun contra el deseo de su padre, aun sabiendo el dolor que les causaria.
Cuando C. llego a la puerta de su pequena casa un sentimiento de desasosiego lo invadio
La soledad inmensa que crecia con el paso sutil de los acontecimientos le recordaba que llegado el momento estaria completamente solo y aislado.
La conviccion que crecia dentro de si lo aturdia, El amigo muerto lo obsesionaba cada vez mas, suspendido en el arido y cruel terreno de lo incierto y probable o por lo menos posible.
Lo peor era la inevitabilidad, lo peor era el silencio a que estaba condenado, so pena de que le consideraran desquiciado o simplemente una bromista de mal gusto.
Inquieto, se entrego al siempre temido reino de la inconciencia.
Un sueno lo asalto, inexplicable, violento, cruel, los lobos lo acosaban. sus desgarradas carnes se rehusaban a entregarse, luchaba con todas sus fuerzas, su ensangrentado machete destripaba lobos que no cesaban de venir, con sus rojas fauces, babeantes de odio y su mirada criminal. La nieve tenida de su sangre y la de sus enemigos formaba una sopa inmunda donde se hundia hasta las rodillas, solo frente a la manada, una mirada helada, el silencio solo roto por ocasionales aullidos...
Al despertar y extender un brazo, encontro junto a el una cadena y enlazado a su cuello un grillete de proporciones ridiculas, facilmente deslizo su cabeza por el inmenso aro y dirigio su mirada al techo, en lo alto, sobre el abside de un arco una gargola lo observaba, petrea pero viva.
recordo su sueno y el aullido de los lobos aun restallaba en sus oidos, el silencio, se pregunto hasta cuando y subitamente comenzo a gritar, hasta la desesperacion, derrochando las energias que le quedaban, su rugido apagose en un eco sideral que siguio su curso en unas profundidades inalcanzables...
Solo la sensacion del eco le dio la pauta de que sonaba un sueno, era irreal, todo el resto era creible, se pregunto cuando despertaria e hizo un esfuerzo...
El amanecer inminente y el chillar de los pajaros le parecieron terriblemente acogedores. Sintiendo cada hueso de su vapuleada humanidad se estiro en su cama, se levanto de un salto y se preparo cafe.

Tuesday, August 15, 2006

La Tumba del Salib

El panorama es adusto, el vapor de los espejismos corona una colina abanicada por las palmeras silvestres, que se yerguen, serenas, en medio de farallones y rocas asediadas por el embate de las olas e impregnadas de salitre y luminosidad. En lo más alto, una tumba de un hombre santo musulmán, deslucida y pobre, como si el Salib que habitaba en ella hubiera perdido la fuerza de su barakha, sus muros se baten en ruina y ningún alma parece acordarse de ella.
Otras tumbas, mas populares y frecuentadas, ostentan los mitos de los que son objeto. Como en las demás religiones, el culto a los intercesores en el Islam no es desinteresada, los fieles solicitan favores y formulan votos, para obtenerlos, a fin de dejar constancia de ellos y, tal vez, de refrescar la memoria, los devotos cuelgan cintas y trapos y otras prendas similares en la tumba del Salib.
En el fondo, el Líbano era una increíble metáfora, adivinando poco a poco la silueta de su intrínseca mentira, se superponía una verdad a medias que nos confundía. Manotazos de historia, regados con sangre de mártir, de terrorista, de inocente, de todos los que por alguna razón se hundieron en el barro libanés.
Sobre el silencio asediado por el viento, comenzaba a resonar un rumor.
Desde los minaretes de las mezquitas de las aldehuelas vecinas se extendió un llamado sincrónico, tenia algo de irresistible, hipnotico y las gentes se reunieron en las plazas y una pequeña multitud comenzó a reptar hacia la colina.
La ceremonia, si es que se la podía llamar de ese modo, fue breve, sin embargo se quedaron alli todo el día, cantando, bailando, vendiendo, comprando y conspirando.
Era curioso, la observación de estas circunstancias hacían extremadamente feliz a C. que mezclaba su renovado embrutecimiento con ramalazos de aguda observación y goce de la realidad.
La guerra le surgía como una experiencia interior, como un grito o exclamación que entraba en armonía con la cacofonía circundante. Esa violenta irracionalidad parecía natural, sin embargo era ininteligible para el pensamiento racional, en el sentido de ser un vehiculo de elección, como un vehiculo desaforado de incontrolable e incontenible curso.

Friday, June 30, 2006

Malvinas Los suicidados de la sociedad


MALVINAS los suicidados de la sociedad.
En realidad, hay mucho de mitología retroalimentada, mucha fantasía, mucha historia agrandada hasta la inmensidad, mucha historia falsa entre mucha verdadera, pero mas que todo hay una necesidad inmensa de trascendencia. Vana aspiración de gloria negada, denegada por una sociedad vergonzante, que castigó a los veteranos transmitiéndoles el oprobio de la plaza aullante y el siniestro triunfalismo que obnubilo a una sociedad travestida. El silencio del desembarco, la humillación del amable trato ingles a nuestros soldados, niños sin motivación, oficiales confundidos por décadas de equivocar el enemigo situándolo en el propio pueblo.La mitología se alimento de los cadáveres de historias oídas al pasar. La mentira comenzó a surcar, sinuosa, los entresijos de los veteranos y los disfrazados. Hombretones en fajinas falsificadas en paraguay mangando sin tapujos ni vergüenza por los veteranos. Mentirosos que dañaron definitivamente al verdadero veterano. Muchos de estos comenzaron un proceso de hipermalvinizacion, fogoneado por el desinterés de la sociedad, que los ignoró, que los ninguneo, que no les otorgo la verdadera posición que merecían, es decir la de patriotas auténticos que fueron llamados a las armas y cumplieron estrictamente con su obligación. Y acá es donde a mi juicio se produce el quiebre definitivo, la imagen de si mismos de quienes combatieron en Malvinas se desdibujo, empezaron, muchos de los veteranos a creerse los mitos que ellos mismos contribuyeron a crear. Esta dicotomía insalvable entre la realidad de lo que sucedió allá y lo que muchos creen que sucedió, aun los que estuvieron allí, cimentó el paso subsiguiente, el de creer que jamás se volvió de Malvinas...el complejo de Rambo...con respeto lo digo, no el Rambo armado hasta los dientes, sino el que bien menciona mi amigo Mopso. El complejo de la guerra que nunca se acaba, realimentado por un grupo de veteranos muy frustrados e irrealizados, que prefiere verse en el papel de victima eterna mas que en el de héroe que retorna. Con todo respeto, la guerra no es una experiencia de la cual no se retorne nunca, lo digo por experiencia, no hablo gratis.La lucha personal que libran los excombatientes de Malvinas tiene mas que ver con el ninguneo que la sociedad les propina cada día de su vida, mas que con el otorgamiento o no de pensiones razonables. El mundo esta lleno de guerras, de soldados, de combatientes, de guerrilleros, de luchadores, ninguno tan traumatizado como el ex soldado promedio que estuvo en Malvinas. Porque? Porque se suicidan a un ritmo 14 veces superior al promedio argentino?. Esta información NO ESTA COMPROBADA CIENTIFICAMENTE. Aviso que creo igualmente que hubo una tasa de suicidios alta y una tasa de frustración y abandono aun mas alta. Creo que la explicación esta en un pliegue muuuuuuuuuuuy oscuro de nuestra historia. El soldado lucha por su compañero, por su pelotón, y recién ahí lucha por su país. Ese es un fenómeno absolutamente estudiado, comprobado a través de las guerras que se libraron en el siglo veinte y comprobado por mi en mi propia carne, mi propio pellejo.Los soldados de Malvinas no tuvieron tiempo de crear ese lazo irrompible que hace que un combatiente llame a otro "hermano" "Aji" "brothers in arms", ese lazo que hace que uno cargue a su compañero, que pesa 100 kilos, por largos kilómetros en el peor barro, bajo fuego, esquirlas, metralla, cañones y aviones volando bajo. Ese vínculo no se creo, no se solidifico, no hubo tiempo, no hubo intención tampoco, pues la concepción elitista y pedorra de nuestros paupérrimos oficiales tampoco lo permitía. La distancia, el estaqueo, los bailes, la diferencia, el maltrato, todo eso les infringían nuestros oficiales a quienes iban o se suponían que deberían dar la vida, en primer termino, por ellos!!!!!La derrota militar no fue indigna, fue inevitable. También fue inevitable que en cada ex combatiente se cristalice, final y tardíamente, la sensación de hermandad. Pero como dije, tardíamente. Por eso afloran sensaciones de desasosiego, porque esa entrega al compañero que debería haberse dado en combate, no se produjo en su debido tiempo. Por eso las preguntas: porque mi amigo y no yo....por eso el eterno retorno a un ilusorio combate recurrentemente perdido. Y en esa debilidad hace carne la idea autodestructiva. La desvalorización profunda que implica el suicidio es la idílica solución al dilema de la vacuidad de la derrota reiterada día a día, derrota en la vida y en la muerte. La ideación suicida también se copia, es un fenómeno conocido que el suicidio es contagioso, sobre todo en personas inmaduras como los adolescentes. La guerra de Malvinas supuso para muchos quedar "malvinizados" por siempre. Desenredarse de la guerra es madurar y muchos no lo logran, por múltiples causas, falta de apoyo familiar, falta de apoyo estatal y probablemente la causa mas importante: la mariconeada típicamente porteña y que se extendió a cada rincón de la argentina, merced a la globalización interna, de creerse el centro del mundo y que el mundo gira en torno a nuestras necesidades y nada mas. No hay dudas del sufrimiento de los combatientes, quienes faltos totalmente de motivación, de preparación y fundamentalmente faltos de teta materna de nutricia leche patriótica, fueron a morirse de frío, miedo y soledad al páramo Malvinense.La denegada gloria. El suelo patrio más frió que el de las Malvinas.El grito sagrado, ahogado por la vergüenza de la dictadura.El error irreparable del "General Majestuoso". Por dios!!La movilización ciega y la desmovilización aun mas ciega de una sociedad entera.El grotesco espectáculo de los falsos combatientes mendigando, indignos, una moneda. La sobreactuación del suicidio, como última tilinguería de la debilidad. (que se enoje el que quiera, me la banco).El maltrato estatal, el destrato del abandono. El melodrama interpretado por algún excombatiente que "lucha todos los días en Malvinas".El silencio de la sociedad. El silencio de todos. No creo que haya que encumbrarlos en el pedestal de los héroes, pues no todos lo son, sino al justo sitial del patriota que acudió al llamado de la patria, aun equivocada.

Thursday, June 22, 2006

Mi abuelo

El cortejo avanzaba lentamente, con pasos pequenos y medidos, como si quisieran demorar el instante cruel del adios ulterior. Los rostros reconcentrados y palidos de frio miraban el suelo, el sonido calido de la ropa frotada contra los cuerpos ateridos, me ensimisma en un sopor indolente.
Solo la letania del antiquisimo salmo que parece escucharse a traves de los siglos interrumpe el sordo aleteo del llanto contenido y derramado sin estridencias.
El dia es clarisimo y el aire pristino y helado se cuela con dificultad en los castigados pulmones de los encorvados caminantes, unas nubes de intenso blanco y gris cabalgan el cielo, cambiando de forma con velocidad sorprendente, sin embargo el aire quieto eleva el vapor de las respiraciones arremolinandolo frente a los rostros. El monticulo de tierra al costado de la fosa nos indica que es el lugar, los sonidos del llanto quedo y simple me invade subitamente.
Unas lapidas mas alla un nombre me desgarra sin remedio, el arbol que crece junto a la tumba silenciosa se mece sin viento aparente, solo entonces giro mi cabeza hacia la copa del arbol y sin darme cuenta un griterio de pajaros comienza a colarse por mi conciencia, haciendose cada vez mas real y presente, me pregunto si los demas los escuchan, sus caras permanecen inmutables, un temor frio me recorre el cuerpo y siento una sensacion de vacio que me acongoja, como si todo el peso del arbol de mi padre se cargara sobre mis hombros, sin embargo, los sonidos de los pajaros poco a poco adquieren presencia, distingo en lo alto un racimo de gorriones saltando de rama en rama, algunos rostros silenciosos giran hacia el sonido aun irreal, captando con intermitencias la presencia alada.
El olor de la tierra fresca, recien removida, me devuelve a la realidad amortajada.
Un grupo de hombres barbados elevan un bulto pequeno y alargado, me sorprendo al notar su brevedad. Con infinita dulzura es depositado en el fondo de la herida abierta en la tierra, el silencio de la tierra se convierte en un arrollador trinar desde lo alto del arbol de mi padre.
Los mas audaces elevaron su mirada sin titubeos.
La letania milenaria que se dejaba escuchar de cuando en cuando, se confundia ahora con la algarabia en lo alto del arbol.
El tiempo se transforma en un tiovivo de papel y ceniza, no transcurre. Con infinita lentitud, unas manos muy blancas toman una pala e hincan con un movimiento unico en la carne de la tierra junto al foso amurado de pesadas piedras y vuelcan su contenido amargo sobre la pequena humanidad que reposa.
Tres paladas y cambia de manos, una tremula hendidura en el monticulo toma una infima cantidad de tierra y la deposita, sin conviccion, sobre las energicas paladas anteriores.
El monticulo decrece y la herida recien abierta cicatriza en un resto apisonado y triste.
El griterio de lo alto decrece rapidamente, solo unos pocos trinos se empecinan en hacerse oir por sobre las palabras pronunciadas con infinito amor.
Un silencio solo roto por ocasionales sollozos se aduena del lugar.